Debemos prepararnos

Búnker Secreto Bajo los Alpes Suizos

Una semana de interrogatorios intermitentes pero intensos había pasado desde que Isabel y Ricardo, los magos de la Hermandad Blanca, habían hecho su audaz demanda. Para las Trece Familias, había sido una semana de revelaciones aplastantes que habían reescrito su comprensión del poder y su propio lugar en el cosmos. El conocimiento que los dos magos prisioneros habían compartido, a cambio de la promesa de su libertad y la de la Anciana Eleonora, era tan aterrador como esclarecedor.

En la sala de guerra, el aire ya no estaba cargado de la arrogancia del poder terrenal, sino de un pavor frío y calculador. Las disputas internas entre los Ancianos y los "Jóvenes Turcos" se habían atenuado, reemplazadas por la comprensión unificada de que habían cometido un error de proporciones galácticas.

"Entonces... es así," murmuró Lord Ashworth, mirando fijamente la pantalla holográfica que ahora mostraba complejos diagramas de flujos de energía psíquica a escala planetaria, basados en la información proporcionada por los magos. "El 'Ojo que Todo lo Ve', la entidad ordenadora que nuestro linaje sirvió durante milenios, era el Anunnaki Enlil. Y él, a su vez, ya fuera por coacción, por afinidad en su propia oscuridad, o como un mero vasallo en una jerarquía que nunca comprendimos del todo, servía a un hambre mucho más vasta..."

"...a Cthulhu," completó Kenjiro Tanaka, la palabra ahora pronunciada no como un mito, sino como el nombre de un accionista mayoritario en la empresa de su propia perdición. "El Primigenio. Las trece familias ahora saben quién es el verdadero segador de las bajas energías. Todo el caos que hemos fomentado a lo largo de los siglos... las guerras, las crisis económicas, las plagas controladas, la constante siembra del miedo, la desesperación, la culpa... creíamos que eran herramientas sofisticadas para nuestro control. Pero solo estábamos... engordando a la bestia. Preparando el festín para un dios del Vacío."

Una profunda amargura resonó en la voz del tecnócrata japonés. Se dieron cuenta de que no habían sido los amos del juego, sino los capataces de una granja de almas, trabajando diligentemente para un dueño al que ni siquiera conocían del todo. Su acto de despertar a Cthulhu no había sido un golpe maestro para reafirmar su poder, sino simplemente un acto de un sirviente inepto que, al intentar cambiar de amo, había invitado al dueño de la finca a venir a cenar.

La voz metálica de El Director cortó el aire, desprovista de cualquier emoción excepto una gélida y pragmática urgencia. "El lamento es un lujo que no poseemos. La situación es la que es. Cthulhu y su 'hermano' Netlin, Amitiel, ahora buscan imponer su propio y terrible Orden. Las facciones de Lira son comodines volátiles y desesperados. Las fuerzas de Terra, esa extraña e inesperada alianza de magos, seres sobrenaturales y chamanes ancestrales, han demostrado ser... irritantemente resistentes. Y nosotros," hizo una pausa, "estamos en el centro, expuestos, vulnerables desde todos los frentes posibles."

Un nuevo tipo de energía recorrió la sala. La parálisis del miedo comenzaba a ser reemplazada por el instinto de supervivencia de depredadores acorralados. Ahora se preparan, pues saben que tarde o temprano tendrán que rendir cuentas.

"Activen el Protocolo Égida," ordenó El Director. "Trasladen inmediatamente todos los activos críticos, la tecnología recuperada y los bancos genéticos a las ciudadelas subterráneas más profundas, aquellas que están protegidas no solo contra ataques nucleares, sino también contra incursiones psiónicas y dimensionales. Refuercen los escudos."

"Debemos acelerar la investigación de cada artefacto que hemos confiscado a lo largo de los siglos," añadió Von Hess, sus ojos brillando con una nueva y febril intensidad. "Cualquier arma, cualquier tecnología olvidada, cualquier ritual de poder que nuestros antepasados consideraron demasiado peligroso... debe ser reexaminado a la luz de esta nueva y desesperada realidad. Abran las bóvedas prohibidas."

Ashworth asintió. "Mantengan los canales abiertos, discretamente, con todas las facciones. Con los Lireanos, con la facción de Enki, incluso con la de Enlil si es que algo queda de ella. La neutralidad ha dejado de ser una opción viable; nuestra supervivencia dependerá de elegir al vencedor en el momento oportuno... o de asegurarnos, por cualquier medio necesario, de que no haya un único vencedor que pueda reclamar el premio final."

Sabían que el día del juicio llegaría. Tarde o temprano tendrán que rendir cuentas. Sea a Cthulhu, por haber sido sirvientes ineficientes que causaron un despertar prematuro y caótico. Sea a los Netlin, por ser un poder terrenal que busca su propia autonomía y que ahora conoce sus secretos. O, en la más irónica de las posibilidades, sea a los propios defensores de Terra, a esa extraña alianza liderada por Merlín y Aria, si alguna vez descubren el papel que las Trece Familias jugaron en el advenimiento de este apocalipsis.

"Debemos prepararnos," concluyó El Director, su voz resonando con una finalidad escalofriante, "para cada una de esas contingencias. Para cada posible juez, jurado y verdugo."

Los amos secretos del mundo, que habían jugado a ser dioses, ahora se preparaban para enfrentar el juicio de los verdaderos monstruos y de los héroes inesperados que su propia arrogancia había ayudado a crear. Su reinado de sombras había terminado; ahora comenzaba su desesperada lucha por la supervivencia en la oscuridad que ellos mismos habían invocado.