Búnker Secreto Bajo los Alpes Suizos
En la sala de guerra del búnker, el eco de las antiguas historias de Lemuria y Mu se había desvanecido, reemplazado por la fría y pragmática lógica de la supervivencia. Las Trece Familias, ahora armadas con un conocimiento que nunca desearon poseer sobre la verdadera naturaleza de las fuerzas cósmicas, se enfrentaban a una decisión crucial respecto a sus "activos arcanos". El pacto con los magos de la Hermandad Blanca – su libertad y la de la Anciana Eleonora a cambio de información vital – había sido aceptado bajo coacción, pero su cumplimiento se llevaría a cabo bajo los términos implacables del Consejo.
"Hemos obtenido la inteligencia necesaria de nuestros... 'invitados'," resonó la voz metálica de El Director a través de los comunicadores de la sala. "Su comprensión de la historia oculta y las profecías, aunque teñida de un misticismo que considero ineficiente, ha sido... esclarecedora para nuestros analistas del Consorcio. Es hora de cumplir nuestra parte del acuerdo. Es hora de 'liberarlos'."
Un silencio gélido se instaló. Lord Ashworth, con una media sonrisa que no tocaba sus ojos, tomó la palabra.
"Liberarlos, sí, Director. Pero la 'libertad', como bien sabemos, es un concepto notablemente maleable. Liberarlos con su conocimiento, su poder y su recién adquirido y muy justificado rencor hacia nosotros intactos, sería un acto de suicidio estratégico. Son demasiado poderosos, demasiado impredecibles."
"Exactamente," confirmó el Barón Von Hess con un gruñido de aprobación. "Liberaremos los cuerpos, ciertamente. Los honraremos con el don de la vida en la superficie. Pero las mentes... las mentes son activos demasiado peligrosos, bibliotecas de conocimiento prohibido que no pueden permitirse el lujo de recordar. Sufrirán una... jubilación forzosa de sus antiguas identidades."
La decisión estaba tomada. No habría una liberación genuina. Habría una purga, una de las más crueles: la aniquilación del ser sin derramar una sola gota de sangre.
El Director dio la orden: "Activen los 'Cronoscopios de Reajuste Psiónico'. Preparen a los sujetos."
En las profundidades del búnker, en laboratorios tan estériles como quirófanos, se ejecutó el plan. Los dispositivos, maravillas de la tecnología Anunnaki inversa y la ingeniería neuro-cuántica propia de las Familias, fueron activados. No eran máquinas de tortura, sino aparatos de una elegancia terrible que utilizaban campos de luz modulada y frecuencias sónicas resonantes para, en esencia, "resetear" la mente humana y sobrenatural. Deshacían las redes neuronales que contenían la memoria y la personalidad, reemplazándolas con un nuevo y mundano tapiz de recuerdos falsos, de vidas sencillas y sin incidentes.
Isabel y Ricardo, los orgullosos y desafiantes magos de la Hermandad Blanca, fueron los primeros. Su fuego caótico y su lealtad inquebrantable se disolvieron en la luz blanca del dispositivo. Horas después, despertarían en una tranquila casa de retiro en la campiña suiza, creyéndose un matrimonio de contables jubilados, con una vaga sensación de haber perdido algo importante, pero sin poder recordar jamás qué era.
A los otros magos y clanes antiguos que tenían de rehenes, el mismo destino les esperaba. Los repartieron por todo el mundo con nuevas identidades. Un poderoso vampiro de un linaje rival a Drácula despertó como un modesto panadero en un pueblo de la costa francesa. Un hombre lobo Alfa, cuya furia había hecho temblar las paredes de su celda, se convirtió en un tranquilo guardabosques en la Columbia Británica, con un inexplicable temor a la luna llena. Eran fantasmas, ecos de poder ahora silenciados y esparcidos por el viento, sus verdaderas identidades borradas del libro de la vida.
Pero para la Anciana Eleonora, la abuela de Aria, la portadora de una magia pura ligada a Gaia, el plan era diferente.
"Ella... es distinta," había decretado El Director. "Su conexión innata con la energía del planeta, su linaje... es demasiado potente para simplemente dejarla en libertad, incluso con la memoria borrada. Su presencia podría, inconscientemente, crear anomalías o atraer atención no deseada. Debe ser... contenida, pero de una manera que nos permita monitorizarla de cerca."
Y su destino la llevaría, en la más cruel de las ironías cósmicas, al epicentro mismo de la resistencia que su nieta ahora lideraba.
"Hay una instalación de nuestra propiedad en la península de Yucatán," explicó Ashworth al Consejo. "Un lugar diseñado para albergar a individuos de 'alta sensibilidad' cuya mente se ha... fracturado por el estrés del mundo moderno. Oficialmente, es una residencia de lujo para ancianos con demencias seniles y afecciones neurológicas, un remanso de paz con los mejores cuidados. Su nombre es... irónicamente apropiado para nuestros propósitos."
A Eleonora la enviaron, pues, a un asilo llamado 'Ciudad de la Alegría', en los tranquilos suburbios de Cancún.
El lugar era idílico en la superficie: paredes blancas inmaculadas, jardines tropicales exuberantes, personal de enfermería atento con sonrisas serenas, y una vista pacífica al mar Caribe. Pero bajo esa fachada de benevolencia se ocultaba una jaula dorada de alta tecnología. Las paredes estaban revestidas con inhibidores psiónicos, el aire circulaba con sedantes sutiles, y cada rincón era vigilado por sensores que monitorizaban las fluctuaciones energéticas de sus 'pacientes'.
Allí, la verdadera Eleonora, la abuela de Aria, la antigua y sabia bruja de la Hermandad Blanca, despertaría como una anciana dulce y confundida, con un nombre nuevo, sin un solo recuerdo de su poder, de su nieta, de la magia, de los juramentos sagrados que una vez hizo, ni de las décadas de cautiverio que acababa de sufrir. Viviría sus días en una paz manufacturada, una reliquia de poder inmenso neutralizada y olvidada... justo en la misma ciudad donde su nieta luchaba por el destino del universo.
Las Trece Familias, en su despiadada eficiencia, creían haber resuelto un problema, cumpliendo su palabra de la manera más traicionera posible. Pero el destino, o la Rejilla, o alguna otra fuerza cósmica, acababa de colocar la pieza más importante del rompecabezas de Aria justo al alcance de su mano, aunque oculta a plena vista, detrás de un velo de olvido y una falsa alegría.