Ciudadela de Enlil, Ki'Gal, Tierra Hueca
Había pasado poco más de una semana desde que Enki y Kael'Thara encontraron a un Enlil derrotado y herido en las desoladas cavernas de la Tierra Hueca. Gracias a la avanzada tecnología de sanación Anunnaki de Ki'Gal, el Comandante Supremo se había recuperado. Su cuerpo había sanado, y aunque la herida psíquica de su derrota contra la alianza Cthulhu-Luciferinos aún ardía como una brasa fría en su espíritu, su porte regio e imperioso había regresado, ahora matizado por una sombría y pragmática seriedad.
Convocó a su hermano Enki, a Merlín, Aria y Quetzal a su centro de mando personal en el Kúr'Gal. Las imágenes de las Trece Familias que habían aparecido misteriosamente en las pantallas días atrás ya no estaban. En su lugar, el vasto mapa holográfico de la Tierra volvía a girar lentamente, pero ahora estaba salpicado de innumerables puntos rojos de conflicto y anomalías energéticas.
Enlil, de pie junto a la mesa redonda de obsidiana, observó al pequeño grupo de la superficie. "Veo que descubrieron mis archivos," dijo, su voz un trueno contenido. "Mis 'Protocolos'. Mi visión para el Orden de Terra." Hizo una pausa. "Una visión que ahora es... irrelevante frente a la aniquilación que se avecina."
Se giró hacia Enki. "Hermano, tu llegada y la de tus... nuevos aliados, fue oportuna. Y su información sobre los planes de Amitiel y Cthulhu, alarmante y, me temo, muy precisa." Hizo un gesto hacia las imágenes de las Trece Familias que sin duda estaban archivadas en el sistema. "Pero hay algo que deben saber sobre ellos, sobre mis... antiguos sirvientes."
"Desde hace tiempo, rompí mi comunicación directa con los líderes de las trece familias," confesó Enlil, para sorpresa de todos. "Mucho antes de que Cthulhu despertara del todo, mucho antes de mi batalla en las profundidades. Sentí... una corrupción en su lealtad. Una arrogancia que crecía más allá de su propósito como mis administradores en la Tierra. Sus acciones se volvieron erráticas, sus disputas internas entre viejos y jóvenes estaban creando un caos que ya no servía a mi Gran Diseño, sino que amenazaba con debilitar el planeta antes de tiempo. Dejé de susurrar en sus mentes, para ver cómo se comportaban sin la mano de su 'dios'."
"¿Cómo los controlabas tan directamente?" preguntó Aria, incapaz de contener su curiosidad.
Una sonrisa fría y llena de orgullo cruzó los labios de Enlil. "Ustedes los magos usan juramentos y pactos de sangre. Yo prefiero la ingeniería. Así fue como creé esas conexiones. En cada generación, el líder designado de cada una de esas familias, en un ritual secreto de 'ascensión' que ellos creían místico, era en realidad infundido con una nanomáquina de mi diseño. Un dispositivo biotecnológico que se unía a su ADN, creando una... resonancia simpática con mi propia firma energética. Podía sentir su lealtad, sus pensamientos de traición, y proyectar mi voluntad directamente en sus mentes subconscientes como si fueran sus propias ideas. Eran, en el sentido más literal, mis ojos, mis oídos y mis manos en el mundo de la superficie. Extensiones de mi voluntad."
"Pero nunca confié plenamente en peones mortales," continuó Enlil, y su mirada se volvió aún más intensa. "Mi hermano Enki siempre creyó en la sutileza, en la guía, en el potencial inherente. Yo creo en el control absoluto y en las contingencias. Por eso, tengo... durmientes."
Hizo un gesto en el mapa holográfico, y cientos de puntos de luz dorada aparecieron, dispersos por todo el globo. "Tengo un ejército de guerreros Anunnaki de mi propia guardia de élite, distribuidos estratégicamente en la superficie desde hace siglos. Ocultos en bases subterráneas bajo las principales capitales del mundo, en estasis en complejos submarinos en los puntos más profundos de vuestros océanos, o incluso disfrazados con tecnología de cambio de forma, viviendo entre la propia humanidad como observadores silenciosos. Cientos de ellos. Leales solo a mí, programados para despertar y actuar solo bajo mi comando directo."
"Ahora," dijo, y una corriente de poder recorrió la sala, "he comenzado a recibir sus primeros reportes desde que activé los protocolos de despertar de emergencia tras mi... reciente derrota. Me informan sobre el caos global que Nyx y Morgana han desatado. Sobre las incursiones de las facciones de Lira en vuestros cielos. Sobre la creciente y extraña calma psíquica que ha dejado el aparente retiro de Cthulhu."
Hizo una pausa, mirando a cada uno de ellos con una nueva y terrible intensidad estratégica. "Pero hay algo crucial que deben saber. Ninguno de estos agentes míos en la superficie sabe que Cthulhu y la facción de Amitiel tienen un nuevo plan de control global. No conocen la artimaña de los bloques económicos, ni la estación de control mental que se planea en Saturno, ni la fachada de la 'Gran Fraternidad Universal'. Su última directriz de mi parte fue observar y prepararse para imponer mis 'Protocolos' sobre un mundo en caos. Para ellos, Cthulhu es solo el monstruo del Vacío que ha despertado, y los Netlin, un enemigo ancestral y odiado."
Merlín y Quetzal intercambiaron una mirada de profundo entendimiento. La implicación era clara y de una importancia monumental.
"Mi derrota contra los Luciferinos y Cthulhu me ha costado mis legiones de choque aquí abajo," admitió Enlil con una furia fría. "Pero me ha mostrado la verdadera cara de nuestro enemigo principal, el que amenaza por igual a Anunnakis y a terrícolas. Ya no busco imponer mis 'Protocolos' sobre un mundo al borde de ser devorado. Busco la aniquilación de Amitiel y su impía alianza con el Vacío."
Se irguió en toda su altura, su poder Anunnaki ahora enfocado en un nuevo y único propósito. "Mis agentes en la superficie son vuestra mejor arma, vuestra única defensa, contra los planes que Amitiel y Cthulhu acaban de urdir. Son vuestros ojos y oídos en un mundo que nuestros enemigos creen que ya controlan por completo. Ellos no sabrán que tomaremos el control de sus nuevos sistemas desde dentro, que los continuaremos engañando con nuestros propios agentes. Usémoslos para sabotear su 'Gran Fraternidad Universal' antes de que nazca."
La revelación era asombrosa. Enlil, el aspirante a tirano de la Tierra, ahora ofrecía su ejército secreto, su red de espías Anunnaki durmientes, como la principal fuerza de resistencia contra un mal mayor. La alianza, forzada por la desesperación, se veía obligada a considerar trabajar con él en un nivel mucho más profundo, mucho más peligroso. Confiar en Enlil era como abrazar a una serpiente de cascabel, pero quizás, era la única serpiente capaz de envenenar al dragón que amenazaba con devorarlos a todos.