Kúr'Gal, Centro de Mando de Enlil, Ki'Gal, Tierra Hueca
El pequeño grupo de la superficie, ahora en lo más profundo de la ciudadela secreta de Enlil, seguía procesando la revelación de los "Protocolos" y la misteriosa aparición de las Trece Familias en las pantallas del centro de mando. La escala del engaño era tan vasta que cada nueva verdad parecía abrir la puerta a diez nuevos misterios.
Merlín, con el rostro surcado por una profunda preocupación, se volvió hacia Enki. "Nuestros videntes en la superficie y los Aluxes que enviamos a las profundidades reportan lo mismo," dijo el anciano mago. "Hay infiltraciones, agentes que siembran discordia o preparan el terreno para nuestros enemigos, pero sus auras son... esquivas, enmascaradas. Es casi imposible obtener una identificación clara de ellos antes de que actúen y desaparezcan."
Enlil, que había estado observando el debate desde su trono de mando con una impaciencia apenas contenida, soltó una risa seca, un sonido áspero como el de rocas resquebrajándose en la oscuridad.
"Están buscando de la manera equivocada, Mago de Terra," dijo con su habitual condescendencia. "Buscan un aura mágica extraña, una tecnología alienígena evidente. No entienden la verdadera naturaleza de los Anunnaki... la versatilidad que nos fue otorgada por nuestro accidentado y cósmico nacimiento."
Enki, a su lado, asintió con gravedad, tomando la palabra para explicar un secreto que sentía que ya no podía permanecer oculto si querían tener alguna oportunidad. "Lo que los registros del Cristal del Origen les mostraron sobre nuestra herencia dual – la unión entre los humanoides Pleyadianos y los reptiles Draconianos de Orión – fue solo el principio de la historia. Esa mezcla, esa fusión de dos linajes genéticos tan radicalmente diferentes, nos otorgó, como raza, una plasticidad biológica única, una capacidad que hemos refinado y dominado a través de los eones."
Hizo una pausa, dejando que la anticipación se asentara en la sala como un polvo fino y pesado.
"Nosotros, los Anunnaki de linaje puro," continuó Enki, su voz ahora baja y confidencial, "podemos cambiar de forma a voluntad."
Un silencio atónito, absoluto, cayó sobre el grupo de la superficie. Aria y Kael'Thara intercambiaron miradas de total incredulidad.
"Nuestra verdadera estatura," confirmó Enlil, poniéndose de pie para enfatizar su imponente y casi divina altura, muy superior a la de cualquier humano, "es... considerable, sí. Es la forma que preferimos en nuestros propios dominios, la expresión física de nuestro poder. Pero con la debida concentración y un gasto de energía considerable, podemos reconfigurar nuestra estructura molecular, reducir nuestra masa o densidad temporalmente para imitar su forma, su estatura, sus rasgos faciales, con una perfección que engañaría a cualquier escáner biológico mundano o a la mayoría de las percepciones mágicas."
La revelación golpeó al grupo con la fuerza de un golpe físico. La implicación era monstruosa, una pesadilla hecha realidad.
"Entonces..." dijo Aria, su voz apenas un susurro que se perdió en la inmensidad de la cámara, "ahora, ¿cómo reconocer a los humanos de los Anunnaki?"
El caos de la guerra en la superficie, los líderes mundiales actuando de forma errática, los inexplicables giros políticos a lo largo de la historia... todo adquirió de repente un nuevo y terrible significado. El enemigo no solo estaba en las estrellas o en las profundidades; podía estar en cualquier parte, ser cualquiera.
Un torbellino de pensamientos silenciosos y aterradores asaltó a los líderes de la superficie:
Un escalofrío helado recorrió a Aria. ¿Cuántos? ¿Cuántos de ellos caminaban por la superficie, mezclados con la gente, completamente indistinguibles? Líderes mundiales, científicos aclamados, artistas influyentes... ¿incluso amigos, aliados que habían conocido en su corta vida? La paranoia era una semilla venenosa, y Enlil, con su confesión casual y arrogante, la acababa de plantar en lo más profundo de su corazón. Su propia magia, esa nueva habilidad para sentir la 'verdad' de las energías... ¿sería capaz de detectar un engaño tan fundamental, tan perfectamente biológico? Por primera vez, dudó de su propio don.
La mente milenaria de Merlín trabajaba febrilmente, recontextualizando eras enteras de historia humana a la luz de esta nueva y horrible verdad. Las antiguas leyendas de los 'cambiantes', los 'doppelgängers' de la mitología germánica, los dioses griegos que caminaban entre los mortales disfrazados de mendigos, de animales, de amantes... ¿eran todos ellos? ¿Ecos de esta habilidad Anunnaki? Esto no era solo un problema táctico; era una pesadilla de contrainteligencia de proporciones cósmicas. Cada posible aliado en la superficie era ahora un interrogante. Cada figura de poder, un potencial enemigo disfrazado. Cada acto de bondad o traición humana a lo largo de la historia... ¿cuántos de ellos no habían sido realmente humanos en absoluto?
Quetzal, por su parte, observaba a los dos hermanos Anunnaki con sus ojos ámbar entrecerrados, una calma ancestral en su rostro que ocultaba una profunda perturbación. "La serpiente cambia de piel," pensó, recordando el antiguo proverbio de su pueblo. "Pero siempre sigue siendo serpiente." Comprendía el concepto desde una perspectiva mítica y chamánica, el poder del nahualismo, la capacidad de un brujo poderoso de tomar la forma de su animal espiritual. Pero la aplicación genética, sistemática y con fines de infiltración y dominio de los Anunnaki... era una profunda perversión de esa conexión sagrada con el espíritu y la naturaleza. Su ya profunda desconfianza hacia estos 'dioses' estelares, que se creían dueños de la creación, se convirtió en un abismo sin fondo.
Enlil notó su conmoción con una cruel y apenas disimulada diversión en su mirada. "Ahora comprenden la verdadera dificultad de la guerra que libran en la superficie," dijo. "No luchan solo contra monstruos del Vacío o ángeles caídos con estandartes de fuego. Luchan contra un enemigo que puede llevar el rostro de su vecino, de su líder, de su amante, de su supuesto salvador."
Enki añadió, con una nota más sombría, casi como una advertencia final. "Y nuestros agentes durmientes leales a Enlil, los que ya están en la superficie, poseen esta misma habilidad. Así como la poseen, sin duda alguna, los agentes de otras facciones aún más peligrosas... incluyendo a los Netlin Luciferinos."
La revelación había cambiado las reglas del juego de una manera fundamental y aterradora. El enemigo ya no estaba solo en las puertas; podía estar ya dentro de la casa, sentado a la mesa, sonriendo, esperando pacientemente el momento adecuado para mostrar su verdadera y alienígena forma. La necesidad de saber más sobre estas transformaciones, sobre cómo detectarlas, sobre sus límites y sus costos, se convirtió en la prioridad más urgente y desesperada de la alianza.