Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 6
El juramento aún pesaba en la memoria cuando los reunieron al amanecer. Esta vez no hubo marcha ni zanjas. Solo una hilera de pali y una orden clara: combate entre hombres.
—Ya sabéis cómo se agarra una espada —dijo el optio con su voz ronca—. Ahora veremos quién sabe usarla… y quién es solo carne con uniforme.
Fueron llamándolos de dos en dos. Con rudis en mano y escudo al brazo, los reclutas se enfrentaban entre sí mientras los veteranos observaban y corregían a gritos. Golpes torpes, pasos inseguros, escudos mal colocados… más que una batalla, era una danza de errores.
Cuando nombraron a Sextus, apenas sintió miedo. Era como si el cuerpo supiera lo que debía hacer antes que su mente.
Su oponente fue un muchacho de Hispania, de brazos enormes y mirada desafiante. Rió al ver que Sextus parecía más delgado que él.
—No me harás sudar —dijo con acento grueso.
—No es mi intención —respondió Sextus, tranquilo.
El optio dio la orden. El hispano atacó primero, con un corte amplio, demasiado confiado. Sextus no pensó. Solo bajó el cuerpo, giró el escudo, y lanzó un golpe rápido con el rudis a la cadera del otro. No fuerte. Pero certero.
El impacto hizo que el otro se tambaleara.
Nuevo intento. El hispano rugió, avanzó con fuerza… y Sextus lo recibió con un movimiento simple: defensa alta, paso lateral, empuje al escudo. El rival cayó de espaldas.
Un murmullo recorrió la fila. El optio alzó una ceja. Luego, sin felicitar ni reprender, gritó:
—¡Siguiente!
Sextus regresó a su sitio. Marcus le miraba como si no lo reconociera.
—¿Cómo has hecho eso?
—No lo sé —respondió. Y era verdad.
Titus rió.
—Creo que has cabreado a medio campamento.
Gaius le dio un codazo amistoso.
—A partir de hoy, andaremos detrás de ti en la formación.
Sextus no dijo nada más. Pero en su interior, algo se encendía.No orgullo.Ni alegría.Algo más peligroso: certeza.
Había nacido para esto.No lo sabía antes.Pero el campo de batalla —aunque aún simulado— le hablaba en un idioma que entendía.