Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Noche, semana 7
La tienda estaba en penumbra. Afuera llovía, otra vez. El agua golpeaba la lona como si tratara de entrar a escuchar.
Titus rompió el silencio mientras terminaba de vendarse una muñeca:
—¿Sabes lo peor de entrenar con Sextus? Que no te pega fuerte… pero igual acabas en el suelo.
Gaius rió.
—Es como si el maldito rudis se moviera solo en sus manos.
Marcus asintió desde su rincón.
—A veces pienso que tú ya habías hecho esto antes. ¿Seguro que no eres hijo de un gladiador?
Sextus negó con la cabeza, medio sonriendo.
—Mi padre apenas sabía empuñar una hoz sin cortarse los dedos.
—Entonces es peor —dijo Gaius—. Porque eso significa que lo llevas dentro. No lo aprendiste. Solo… lo eres.
—¿Y eso es malo? —preguntó Marcus.
—No —respondió Titus, serio por primera vez—. Pero llama la atención. Y cuando llamas la atención aquí, alguien te pone a prueba.No porque te odie. Sino porque quiere saber si puede confiar en ti… o si eres un problema esperando a estallar.
—¿Te refieres al centurión? —preguntó Sextus.
Gaius se encogió de hombros.
—Scaeva no se molesta en mirar a los mediocres. Si ha puesto los ojos en ti, es porque te quiere arriba… o fuera.
—Yo no he hecho nada especial —insistió Sextus.
—Ese es el problema —dijo Marcus—. Que no lo sabes. Y aun así… ganas.
Hubo silencio.
Sextus no respondió. Pero en el fondo, algo se removía. No era miedo. Era otra cosa.Como si una parte de él supiera que estaban en lo cierto.Como si el camino que había elegido estuviera dejando de ser una huida……y empezara a parecerse demasiado a un destino.