Capítulo 15 — Prueba sin palabras

Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 8

El día comenzó como todos: frío, nublado, sin promesas. Pero algo en el ambiente era distinto. El optio Varro no ladraba órdenes. Solo caminaba por entre las filas, murmurando a los instructores. Miraba a algunos reclutas. Pero sobre todo, miraba a uno.

Sextus.

Al terminar los ejercicios frente al pali, Varro alzó la voz:

—Contubernium cuatro, al centro.

Los cuatro salieron en formación. Marcus temblaba un poco. Gaius, serio. Titus murmuraba algo entre dientes.

—Tú, no —dijo Varro, señalando a Sextus—. Tú, ven conmigo.

Los compañeros lo miraron, pero no dijeron nada. Sextus siguió al optio sin una palabra.

Cruzaron la explanada hasta llegar a una zona donde entrenaban los veteranos. Allí, dos hombres esperaban ya con rudis y escudo. No eran reclutas. Eran soldados. Duros. De rostro cerrado. Probablemente instructores. A un lado, como una sombra junto al estandarte, estaba Scaeva, con los brazos cruzados y el rostro imperturbable.

Varro le habló a Sextus en voz baja:

—No es un castigo. Pero puede acabar como uno.Haz lo que sabes hacer. Y mejor aún, hazlo sin pensar.

Sextus asintió.

—¿Uno o los dos?

—Los dos. A la vez.

El suelo de entrenamiento estaba delimitado por piedras. El público era escaso, pero atento. Algunos reclutas, varios optiones y, en lo alto, el centurión.

—Empieza cuando estés listo —dijo Varro.

Sextus respiró hondo, desenvainó su rudis y levantó el escudo.

Los veteranos avanzaron sin prisa, rodeándolo. Uno atacó primero: corte lateral, para probar reflejos. Sextus bloqueó sin dificultad, giró el torso, pero no respondió. Esperaba.

El segundo vino por detrás, con un empujón de escudo. Sextus cayó de rodillas, rodó por el suelo y se levantó al instante, jadeando.

Ya no era un juego.

Cambiaron de táctica. Ataques simultáneos. Coordinados. Uno alto, otro bajo. Sextus giró sobre su eje, usó el escudo para desviar un golpe y el rudis para marcar el costado del primero. Un toque. No fuerte, pero claro.

El segundo vino con fuerza. Sextus apenas lo vio venir. Recibió el impacto en el hombro y cayó. El dolor le atravesó el brazo, pero no soltó el arma.

Se levantó. Respiró. Esperó.

Esta vez, no esquivó. Avanzó.

Fue como si algo dentro de él se encendiera. Bloqueo, giro, contraataque. El primero cayó. El segundo retrocedió. Sextus empujó, golpeó, rodó por el suelo y se puso en pie de nuevo.

Al final, los dos veteranos retrocedieron. Uno tenía una marca en el muslo. El otro en la muñeca. Ninguna grave. Pero ambos sabían que habían sido tocados.

Varro levantó la mano.

—¡Basta!

Sextus bajó el arma. Jadeaba. Tenía sangre seca en la ceja y tierra en la boca. Pero se mantenía en pie.

Scaeva no se movió. No aplaudió. No habló.

Solo asintió.

Luego se dio la vuelta y se marchó.

Varro se acercó a Sextus.

—No te ha elogiado. Eso es lo más parecido que verás a un “bien hecho”.

Sextus asintió, sin saber si sonreír o vomitar.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

—Ahora —respondió Varro— es cuando empiezan a exigirte más.Porque ahora saben lo que puedes dar.