Capítulo 20 — Entre los elegidos

Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 10

La noticia no llegó con tambores. Solo una orden escueta al inicio de la jornada.

—Sextus, recoge tus cosas. Desde hoy entrenas con el grupo de refuerzo especial. Al sur del campamento, junto al corral de las bestias.

Ninguna explicación más. Ni un gesto de aprobación.

Los del contubernium cuatro lo miraron en silencio mientras enrollaba su manta. Marcus quiso decir algo, pero solo alzó la mano en señal muda. Titus le dio un golpe en el brazo. Gaius dijo lo justo:

—No te mueras de grandeza, ¿eh?

Sextus no respondió. No sabía si iba a mejor… o simplemente a otro tipo de infierno.

El nuevo grupo no tenía tienda propia, ni ritual de bienvenida. Solo un terreno despejado, un instructor más joven —con cicatrices frescas— y miradas que medían, no saludaban.

Ya no era el mejor. Ni el centro de atención. Aquí, todos se movían con seguridad, hablaban poco y golpeaban como si cada ejercicio pudiera decidir una vida. Había unos quince.

Uno de ellos se acercó al verle llegar. Morena piel de Numidia, ojos oscuros, estatura imponente. Sonrió, pero no con simpatía.

—¿Tú eres el nuevo?

—Sextus —respondió.

—Yo soy Atticus. Ya has llegado tarde al castigo. Hoy solo toca romper brazos.

La advertencia era una broma. O no.

Durante la primera ronda de ejercicios, Sextus sintió por primera vez que no bastaba con hacerlo bien. Aquí, todo era más exigente. No había descanso. No había "bien hecho". Solo una presión constante por estar a la altura. Nadie tropezaba. Nadie se quejaba. Y si alguien fallaba, el castigo era doble: físico… y de orgullo.

A la hora del almuerzo, sentado sobre una piedra con el pan rancio en la mano, Sextus vio a los demás comer en silencio, como lobos que solo se respetaban porque todos sabían morder.

Atticus se le acercó de nuevo. Le ofreció un trozo de higo seco.

—No estamos aquí por suerte. Ni por fuerza.Estamos aquí porque alguien quiere ver hasta dónde llegamos… o cuándo nos rompemos.

Sextus lo miró. Asintió.

—¿Y tú?

—Yo ya me rompí. Ahora intento no romperme de nuevo.