Capítulo 21 — Entre iguales, entre cuchillas

Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 10, tercer día

El nuevo grupo no entrenaba con los demás. Cada mañana, al alba, eran llevados a un claro separado, sin oficiales visibles. No había gritos. Solo instrucciones rápidas y tareas exigentes.

Esa mañana, el instructor de cicatriz reciente —que aún no había dicho su nombre— se plantó frente a ellos con una cuerda en la mano y una mirada dura.

—Hoy, resistencia coordinada. Tres grupos de cinco. Carga completa. Subida al cerro del sur. Dos vueltas. Uno dirige. El resto obedece. No es carrera. Es unidad.

Se dividieron en segundos. Sin protestas. Sin bromas.

Sextus sintió cuando Atticus se colocó a su lado.

—¿Tú mandas, campesino?

—No —respondió Sextus—. No si no lo creéis.

Atticus lo miró. Sonrió con los dientes.

—Mejor. Porque si fallas, no pienso recoger tu sombra.

Pero otro de los presentes, un itálico de barba incipiente llamado Veturius, habló antes de que el silencio se alargara.

—Ya que lo hemos visto liderar antes… propongo que él dirija. Y si falla, lo sabremos rápido.

Atticus no respondió. Pero tampoco protestó.

La prueba comenzó con peso sobre la espalda y barro bajo los pies. La subida al cerro era traicionera, con tramos de piedra y raíces ocultas. Sextus se colocó al centro del grupo, dictando ritmo bajo y constante.

—Respirad juntos. Si uno cae, paramos todos.

El primer tramo fue limpio. En la segunda vuelta, Veturius tropezó. El grupo se detuvo sin pensarlo.

—¿Te duele?

—No —gruñó, levantándose.

—Pues vuelve al centro. No cargues peso hasta que estabilices la pisada. Druso, cambia con él.

Atticus bufó.

—¿Vas a cambiar medio equipo por un traspié?

Sextus lo miró.

—¿Prefieres llevarlo a cuestas si cae?

No hubo respuesta.

Al terminar la segunda vuelta, exhaustos y cubiertos de sudor, fueron los primeros en completar el trayecto sin que nadie cayera del todo.

El instructor pasó junto a ellos. Solo dijo:

—Correcto.

Y siguió andando.

Esa noche, cuando Sextus recogía su ración, Atticus se le puso al lado.

—No me gusta que me manden.

—A mí tampoco —respondió Sextus.

Atticus lo miró. Luego le pasó su pan duro, sin decir nada más.

Y en la Legión, eso ya era algo muy parecido a respeto.