Capítulo 22 — Nombres bajo la ceniza

Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 10, anochecer

No hubo castigo esa tarde. Solo una hora libre, rara como la lluvia en verano.

Sextus estaba sentado junto al fuego apagado del grupo de élite. Algunos aún estiraban los músculos. Otros repasaban sus correas, o simplemente callaban. El silencio no era incómodo. Era costumbre.

Fue Veturius quien habló primero.

—¿Tú qué eras, antes?

—Campesino —respondió Sextus, sin levantar la vista.

—¿Tenías tierra?

—No mía. Del patrón.

—¿Y por qué entraste?

Sextus se encogió de hombros.

—Porque tenía hambre. Y miedo de tenerla toda la vida.

Nerva, otro del grupo, soltó una risa seca.

—Miedo. Eso sí lo tenemos todos.

—Yo tenía un taller —dijo Veturius—. De calzado. Mi padre lo levantó, yo lo mantuve… hasta que lo quemaron.

—¿Quién? —preguntó otro.

—Los clientes. Cuando decidí dejar de fiar.

Nerva soltó una carcajada.

—Y ahora trabajas gratis para Roma.

—Es la única clienta que paga con pan —dijo Veturius.

Sextus esbozó una sonrisa leve. Atticus, que escuchaba desde la sombra, habló sin mirarlos.

—Yo fui esclavo. Me liberaron por piedad. Luego me ofrecieron esta elección: volver al yugo o tomar el escudo.

—¿Y tomaste el escudo por orgullo? —preguntó Nerva.

—Lo tomé porque no volvería a arrodillarme. Y si debo morir, que sea de pie.

Sextus levantó la mirada. Lo miró por primera vez con respeto sincero. Ya no era una amenaza. Era un hermano diferente.

—¿Y tú, Nerva? —preguntó Veturius.

—Yo nací con espada —dijo sin arrogancia—. Mi padre, mi abuelo, todos soldados. Si no me matan, seguiré la línea. Y si me matan… al menos sabrán que un Nerva cayó con los dientes apretados.

El fuego ya no ardía. Pero algo invisible encendía el círculo.

Por primera vez, Sextus se sintió dentro. No aceptado aún, pero tampoco ajeno.Ya no era el recluta del campo.Era uno más entre hombres con pasados rotos… y futuros inciertos.