Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 11
No hubo charla al amanecer. Solo el cuerno.Y una orden seca:
—Hoy no lucháis. Hoy formáis.
El grupo de élite fue llevado a un terreno abierto, marcado con líneas en la tierra como si fuera una cuadrícula. Había estacas, piedras, y marcas pintadas en rojo. Al fondo, un estandarte sin tela ondeaba en solitario.
El instructor de la cicatriz habló sin elevar la voz.
—Una legión sin forma es carne esperando el hacha.Hoy aprenderéis a ser muro, a girar como cohorte, y a aguantar juntos lo que solos os rompería.
Formaron en bloques de centuria, ochenta hombres en doble fila, codo con codo. Sextus, en primera línea.
—Escudos juntos. Ni luz entre vosotros. Ni viento.
El primer ejercicio fue simple en teoría: formar, avanzar, detener, girar en bloque, replegar. En práctica, fue una tormenta de gritos, pisotones y sudor.
Un paso mal medido partía la línea. Un escudo mal colocado creaba un hueco mortal.
Druso, siempre impulsivo, adelantó su fila en una maniobra. El instructor no gritó. Solo lanzó su bastón contra el suelo.
—Si tú decides cuándo atacar…el enemigo decide cuándo mueres.
Volvieron a empezar.
Después, practicaron rotación de filas. Cada tres golpes simulados, la primera línea retrocedía y era relevada por la segunda. Al principio fue un caos. Luego, un baile duro y exacto.
Siguió el turno de la testudo.
—Cubrid el cielo —ordenó el instructor—. Si lo veo, os aplasto.
Se colocaron en bloque cerrado, escudos al frente, a los lados, y sobre las cabezas.Los veteranos lanzaron piedras y bolsas de arena desde una empalizada.
La primera vez, hubo huecos. La segunda, gritos. La tercera… resistencia.
Sextus sentía los músculos quemar, los nudillos crujir. Pero no se movió. Notó a Veturius detrás, cubriéndole la espalda. A Atticus a su derecha, clavado en su sitio.
Cuando terminó, el instructor pasó entre ellos.No habló.Solo golpeó tres veces el suelo con el bastón.
En la legión, eso bastaba.
Aquella noche, Sextus miró sus antebrazos: estaban morados, sucios, endurecidos.
Pero no era solo piel lo que se formaba.Era algo más profundo.La certeza de que ya no luchaban como individuos.
Ahora empezaban a moverse como legión.