Campamento de reclutas, Galia Cisalpina — Semana 13
Tras el segundo ejercicio de formación, Sextus sintió el sudor en la espalda y el peso conocido en los brazos. Nada nuevo. O eso pensaba.
El optio Varro se acercó en silencio. Siempre hablaba en voz baja. Las órdenes importantes no necesitaban gritarse.
—Vas a encargarte de cinco. No son nuevos del todo.Ya han pasado la primera criba, pero marchan como si tuvieran piedras en las sandalias.Enséñales a moverse como grupo. Y a pensar como uno.
Sextus no preguntó por qué. Solo asintió.
—¿Algún límite?
—Sí. No pierdas la paciencia.
Los encontró en la zona de instrucción secundaria. Cinco legionarios jóvenes, con los músculos ya formados, pero con la mirada todavía demasiado suelta.Cinturones algo mal ajustados, escudos apoyados en el suelo, uno bromeando mientras otro estiraba.
Sextus se plantó frente a ellos.
—No estáis aquí para aprender a ser soldados.Ya lo sois.Estáis aquí para que no os maten por actuar como civiles con armadura.
Silencio. Buena señal.
—Formad en línea. Sin huecos. Sin ruido.
Lo hicieron. Lentamente. Pero sin rechistar.
El primero en fallar fue Gellius, que al girar el escudo dejó abierto el flanco.
Sextus no gritó. Solo se acercó y colocó su puño en el hueco.
—Aquí cabe un cuchillo. O una lanza.O la muerte de tu compañero.
Durante dos horas, repasaron formaciones, giros, relevos, cobertura lateral. Nada brillante. Nada espectacular. Solo precisión.
Sextus corregía sin levantar la voz, sin mover las manos más de lo necesario. Cada orden era directa, cada pausa breve, cada error una oportunidad.
—El enemigo no os premiará por correr.Os castigará por desordenaros.
—El escudo no es solo defensa. Es la mitad de vuestra disciplina.
Al final, marcharon una vez más. Esta vez, lo hicieron en bloque.
No perfecto. Pero ya no se pisaban entre ellos.
Cuando se disolvieron, uno de ellos —un itálico de rostro sereno llamado Faustus— se acercó:
—¿Siempre fuiste tan seco para enseñar?
Sextus se encogió de hombros.
—Es que nadie me enseñó con tiempo.Solo me gritaron después de cada error.
Faustus sonrió. No volvió a hablar.
Esa noche, Varro pasó por su lado mientras limpiaba la correa del gladius.
—Dos optiones me han dicho que esos cinco hoy parecían seis.Uno de ellos eras tú.Y no porque estuvieras al mando…sino porque los hacías marchar como uno solo.
Sextus no respondió. Solo bajó la mirada y apretó el cuero.
Había aprendido a luchar.Ahora estaba aprendiendo a enseñar.