Bosque bajo de la frontera oriental — Semana 14, segundo día
No hubo formación. No hubo instrucción. Solo una frase de Varro al terminar la jornada:
—Hoy dormiréis fuera.
Sextus levantó la mirada, igual que el resto del grupo de élite.
—Una patrulla a la frontera sur. Hay señales de movimientos irregulares. Forrajeadores, quizás. Contrabandistas. O simples desesperados.Irá una decuria completa. Vosotros.Y esta vez, sin bastones de práctica.Gladius al cinto. Pilum en la mano.
Nadie preguntó.Nadie fingió valentía.
Partieron al anochecer. El grupo marchó en silencio. Atticus a la cabeza, Sextus al centro, Veturius cerrando retaguardia. El bosque estaba húmedo, y el aire olía a savia rota. La luz caía rápido.
No era una campaña. No era guerra. Pero ya no era entrenamiento.
—Formación dispersa. Nadie se aleje más de dos pasos.Si uno habla, es porque ha visto algo. No para bromear —ordenó Atticus, sin necesidad de gritar.
Las hojas crujían bajo las botas. El cielo desapareció entre las ramas. Todo era sombra y oído.Caminaban como parte de un mismo cuerpo, pero cada músculo temblaba por su cuenta.
Cuando llegaron al claro junto al riachuelo, vieron las señales.
Cenizas recientes.Restos de comida.Huellas. Tres pares, al menos.
Veturius se agachó.
—No son animales. Y no son legionarios. Alguien estuvo aquí hace menos de una hora.
Atticus miró a Sextus.
—Toma a Nerva. Rodead por el sur. Si encontráis algo, no habléis. Volved.Si no… seguimos hasta el punto de control.
Sextus asintió. Gladius desenvainado, ligero en la mano.Caminó con Nerva entre los helechos, avanzando sin romper ramas, sin respirar más de lo necesario.
A los cien pasos, vieron algo.
Una figura. Solitaria. Sentada. Encapuchada. Sin moverse.
Sextus alzó una mano. Nerva se detuvo. No se acercaron más.
La figura los miró… y luego se perdió entre los árboles.Sin correr. Sin hablar.
Cuando regresaron al grupo, Atticus no esperó el relato. Ya estaba en posición defensiva.
—Nos han visto. Y no les importó que lo supiéramos.
Nadie dijo que tuvieran que volver al campamento.Pero todos lo supieron al instante.
Marcharon de regreso más rápido. Sin incidentes. Pero con las manos en el arma todo el camino.
Cuando cruzaron las torres de madera del campamento, Varro los esperaba. No preguntó qué vieron.
Solo dijo:
—Primera patrulla. No es la última.Bienvenidos al mundo de los que no duermen tranquilos.
Sextus no respondió.
No había gloria.Pero había cruzado la línea.Y al otro lado… estaba la guerra.