Riberas del Ródano, cerca de Genava — Dos días después
La legión había dejado atrás la espesura del bosque y ahora avanzaba por un terreno más abierto, de tierra dura y ríos veloces. A lo lejos, montañas nevadas perfilaban el horizonte.
Sextus no lo sabía, pero ya veía el mundo helvético.
César marchaba con las cohortes a corta distancia, aunque rara vez se dejaba ver entre los hombres. Desde el segundo día, sin embargo, algo había cambiado: correos iban y venían constantemente. Las órdenes eran breves, firmes, y apuntaban a un solo objetivo: detener el paso de los helvecios en Genava.
A media mañana, mientras la XIII descendía por una colina hacia la orilla del Ródano, un jinete con capa roja se detuvo junto a un grupo de optios.
—Han llegado —dijo—. Los enviados helvecios están en la tienda del general.
Sextus escuchó esas palabras de pasada, sin entender del todo su alcance. Solo horas después, cuando la legión se detuvo cerca de una aldea fortificada y empezaron a cavarse zanjas defensivas, comprendió que no estaban en tránsito. Estaban asegurando una línea.
Por la tarde, César convocó a los centuriones de cada cohorte.
Scaeva fue uno de los llamados.
Al volver, ya de noche, se acercó al fuego donde estaban Sextus y su grupo.
—¿Qué han dicho, centurión? —preguntó Nerva.
Scaeva se sentó sin quitarse el casco.
—Los helvecios han pedido permiso para cruzar el Ródano —dijo con voz grave—. Quieren marchar a través de la provincia romana. Con sus carros, sus familias… y sus lanzas.
Ninguno habló. Solo el fuego sonaba.
—¿Y César? —preguntó Veturius.
Scaeva clavó la mirada en el brasero.
—Ha dicho no.Y ha mandado quemar el puente.
Aquella noche, por primera vez, no hubo sensación de marcha.Hubo silencio.Uno espeso, como el que precede a una tormenta.
Los soldados entendieron que no iban a interceptar a nadie en campo abierto.Estaban aquí para impedir el paso.Para contener a miles.Y si era necesario… para abrir fuego contra ellos.
Sextus miró al cielo estrellado. No había viento. No había grillos. Solo el crujir lejano de antorchas… y un puente que ya no existía.