Pasaron dos meses desde las acciones que tomo. La pequeña guardia personal del shogunato crecía en número y en habilidad, aunque su existencia seguía siendo un secreto bien guardado. Yoshihisa observaba su progreso con una mezcla de paciencia y anticipación. Sabía que el momento de revelar su mano llegaría, pero debía esperar hasta que la semilla hubiera echado raíces lo suficientemente profundas.
El murmullo constante del río Kamo era una melodía familiar en Kioto, pero para Ashikaga Yoshihisa, en los últimos meses había adquirido un nuevo significado. Ya no era solo una arteria que serpenteaba a través de la capital, sino una posible vía de influencia, un conducto silencioso hacia la prosperidad.
En una tarde tranquila, mientras los cerezos en flor comenzaban a esparcir sus pétalos pálidos sobre las orillas, Yoshihisa caminaba junto al río con Takenaka Shigeharu. "Observa el flujo, Takenaka-dono," dijo el shogun, su mirada siguiendo el lento avance de una barcaza cargada de mercancías. "La riqueza de las provincias fluye hacia los mercados de Kioto, pero nosotros solo somos espectadores."
Takenaka asintió, su mente aguda captando la frustración subyacente en las palabras de su señor. "Los daimyo controlan los puertos, controlan el flujo."
"Y con ello, una parte de nuestro poder," añadió Yoshihisa. "Debemos encontrar una manera... discreta... de reclamar una parte de ese flujo para nosotros, sin agitar las aguas con los clanes costeros."
-Por ello propuso en su mente la creación de un puerto comercial teniendo un plan en mente en los meses siguientes, una transformación silenciosa comenzó a tener lugar.
La visión de un conducto comercial propio, un cordón umbilical que conectara el corazón de su poder con la vitalidad económica de la nación sin depender de la volátil lealtad de los daimyo costeros, se había arraigado profundamente en la mente de Ashikaga Yoshihisa. Kioto, la venerable capital, respiraba historia y cultura, pero su sustento dependía en gran medida de las arterias comerciales controladas por otros. Esta dependencia era una debilidad estratégica que el joven shogun, imbuido con el conocimiento de un futuro de unificación forzosa y centralización del poder, estaba decidido a subsanar.
Su mirada se posó una y otra vez en los mapas de la región circundante, deteniéndose finalmente en un tramo del río Yodo, cerca de la confluencia con el río Katsura, aguas abajo de la propia Kioto. El lugar ofrecía una relativa discreción, un respiro boscoso lejos de las miradas curiosas de la nobleza y la actividad constante de la capital. Era un lienzo en blanco donde podría pintar su propia visión de un centro de intercambio fluvial, un "puerto interior" que respondiera únicamente a su voluntad.
Convocó a su círculo de confianza: Takenaka Shigeharu, cuya mente táctica diseccionaba problemas complejos con la precisión de un cirujano; Kuki Yoshitaka, el herrero cuyo talento para la forja ahora se extendía con una curiosidad voraz a los misterios de la construcción naval; y Sano, un burócrata de modales discretos pero de una lealtad inquebrantable y una astucia administrativa poco común. En una sala apartada del palacio Muromachi, iluminada por la tenue luz de las lámparas de aceite, Yoshihisa desveló su plan.
"Necesitamos un puerto," declaró el shogun, su voz, aunque juvenil, imbuida de una autoridad creciente. "Un punto donde la riqueza de las provincias pueda fluir hacia nosotros directamente, sin los peajes y la interferencia de los daimyo."
Takenaka, siempre pragmático, señaló el mapa. "El río Yodo ofrece una conexión, Shogun-sama, pero está lejos de ser un centro comercial establecido."
"Esa es su ventaja," replicó Yoshihisa. "Lo construiremos. Lo diseñaremos a nuestra manera." Se dirigió a Yoshitaka. "Kuki-dono, tú supervisarás la creación de este puerto. Embarcaderos robustos para acomodar las barcazas, almacenes seguros para guardar las mercancías y un astillero modesto para las reparaciones. La eficiencia y, sobre todo, la discreción serán nuestras guías."
La construcción comenzó con una cautela casi conspirativa. Se reclutaron trabajadores de las tierras del shogunato y de aldeas cercanas, atraídos por la promesa de salarios justos y la seguridad del empleo directo bajo la autoridad del shogun. Se talaron árboles en los bosques propiedad de los Ashikaga, y la piedra para los cimientos de los embarcaderos se extrajo silenciosamente de canteras apartadas. Yoshitaka, con su ojo de artesano para la solidez y la funcionalidad, supervisó cada etapa, asegurándose de que la construcción fuera robusta pero sin ostentación.
Los primeros embarcaderos se extendieron hacia el río como brazos de madera y piedra, capaces de soportar el peso de las barcazas cargadas. Se levantaron almacenes de estructura simple pero sólida, sus techos de paja diseñados para integrarse con el entorno natural, evitando cualquier ostentación que pudiera atraer miradas indiscretas. El dragado del canal fluvial se llevó a cabo con una lentitud deliberada, utilizando pequeñas cuadrillas de trabajadores para remover sedimentos y facilitar la navegación de embarcaciones más grandes sin generar un ruido excesivo.
Mientras el puerto fluvial tomaba forma, Yoshihisa ya miraba hacia el horizonte, hacia las posibilidades que ofrecía el agua. "Kuki-dono," dijo en una reunión posterior, señalando el creciente movimiento de barcazas a lo largo del río, "junto a este puerto, necesitamos un lugar para construir y reparar barcos. Un astillero."
La construcción del astillero comenzó en paralelo con la expansión del puerto. Se eligió una cala protegida a lo largo del río, ofreciendo fácil acceso al agua pero lo suficientemente apartada de la actividad principal del puerto para mantener un cierto nivel de secreto. Se erigieron cobertizos de madera para proteger a los artesanos de los elementos, y se acumularon reservas de madera curada, seleccionada cuidadosamente por su resistencia y flotabilidad. Yoshitaka reunió a un pequeño grupo de carpinteros de ribera talentosos, atrayéndolos con la promesa de aprender nuevas técnicas y trabajar en proyectos innovadores.
La construcción naval inicial se centró en la reparación y el mantenimiento de las barcazas fluviales, permitiendo a los artesanos perfeccionar sus habilidades y establecer una base sólida. Pero en secreto, bajo la guía de los bocetos rudimentarios de Yoshihisa, inspirados en fragmentos de su conocimiento futuro, comenzaron a experimentar con diseños de embarcaciones más grandes y robustas, capaces de transportar mayores cargas y navegar en aguas más turbulentas.
Una vez que la infraestructura básica del puerto y el astillero estuvo en su lugar, Yoshihisa convocó a Sano. "Sano-dono," dijo el shogun, su mirada seria pero confiada, "te confío la administración de este puerto y del astillero. Serás los ojos y las manos del shogunato aquí. Asegúrate de que la contruccion del puerto este terminada para 1472."
Sano, consciente de la importancia de la tarea, se inclinó profundamente. "Serviré con toda mi capacidad, Shogun-sama. Este puerto será un testimonio de su visión."
Con la administración en manos capaces y la experiencia de Yoshitaka guiando la construcción naval, Ashikaga Yoshihisa pudo desviar parte de su atención hacia otros asuntos cruciales. La lenta pero constante consolidación de su poder, la vigilancia de los movimientos de los inquietos daimyo y la implementación gradual de reformas destinadas a fortalecer el shogunato y, en última instancia, unificar Japón, requerían su enfoque.
El puerto fluvial y el astillero, nacidos del secreto y la previsión, crecieron silenciosamente a orillas del río Yodo.
El desafío de mantener el secreto persistió. Se difundieron historias de un proyecto de "mejora del río" financiado por el shogunato para justificar la actividad. Los trabajadores fueron instruidos para guardar silencio sobre la verdadera naturaleza del proyecto. Sin embargo, a medida que el puerto crecía en tamaño y actividad, la posibilidad de ser descubierto se hacía cada vez más real.
A pesar de los riesgos, Yoshihisa sabía que este puerto interior era una inversión crucial en el futuro. Era una fuente de ingresos independiente, una base logística estratégica y un símbolo del creciente poder silencioso del shogunato en el corazón de Japón. La semilla había sido plantada, y aunque su crecimiento era discreto, sus raíces se estaban extendiendo profundamente, preparando el terreno para los cambios trascendentales que Ashikaga Yoshihisa, con el peso del futuro sobre sus hombros, estaba decidido a llevar a cabo. El río, una vez un mero curso de agua, se había convertido en una arteria vital de su ambición.