El sueño vino con hambre.
No de comida. De sentido.
Dormir no era descanso para él. Era una emboscada.
En la oscuridad cerrada de su mente, Togi caminaba por una ciudad que no conocía, pero a la vez dolía. Las calles eran de cristal, los semáforos colgaban sin cables, y las sombras caminaban sin dueño.Un edificio ardía en silencio. Dentro, alguien gritaba sin boca.Una figura infantil lo miraba desde la cornisa con los ojos en blanco, y luego saltaba, pero nunca caía.
Y en el cielo…Las estrellas se derretían.
Despertó con la garganta seca y el corazón apretado. Su cuerpo estaba cubierto por una manta vieja que no recordaba haber tenido. El suelo seguía siendo bosque. La luna aún flotaba, pero más lejana que antes.
—Estás vibrando de nuevo —dijo una voz cerca.
La figura de cabello verde estaba recostada sobre una rama, con un trozo de pan seco en la mano. No comía, solo lo tenía como si fuera un recuerdo.
—Tu energía... se mueve como un espejo quebrado —continuó—. Cada fragmento te muestra algo distinto.—¿Qué fue ese lugar? —preguntó Togi sin pensar.—No lo sé. Tal vez tú tampoco. O peor: tal vez es uno de los futuros en los que ya fracasaste.
Silencio.
—¿Y si no es un sueño?—¿Y si sí?
Togi se incorporó. El colgante en su cinturón colgaba sin moverse, pero su ojo izquierdo —el que parecía contener una supernova— vibraba con un leve zumbido, como si algo dentro de él intentara salir.
—No quiero ver más.—No puedes cerrar los ojos, estrella rota. Son tus ojos los que quieren abrirse.
Ella descendió del árbol con una agilidad extraña, como si flotara a través del tiempo, y lo miró con una mezcla de ternura y distancia.
—Ese colgante... no es solo un adorno. Marca tu condena. Pero también tu camino.
Togi lo sostuvo. Por primera vez, notó la fecha grabada en la parte posterior.
16/01/25
Su garganta se cerró.
—Ese fue el día...
Pero no pudo completar la frase.
No porque no quisiera.Sino porque no sabía cómo terminarla.