No se camina igual cuando el pasado sigue tus pasos.
Ni cuando el presente parece... verte.
Togi dejó el bosque con pasos lentos. No sabía cuántos días habían pasado desde su llegada a este mundo. El sol parecía estar siempre en el mismo sitio. Los relojes que encontraba en postes abandonados estaban rotos. No sabía si era el mundo el que estaba quieto… o él.
Pero entonces la vio:Una ciudad.O lo que quedaba de una.
Altos edificios con pancartas electrónicas apagadas. Estaciones de tren llenas de polvo. Carros detenidos como si el tiempo los hubiera dejado plantados en medio de la huida.Pero no era una ciudad muerta.No.
Era una ciudad que respiraba al revés.
Cada tanto, el viento soplaba hacia adentro. Los árboles parecían doblarse hacia las raíces. La gente —si es que eran gente— caminaba con auriculares pero sin música, hablaban pero nadie respondía. Sus ojos estaban abiertos, pero vacíos.Y todos, absolutamente todos… evitaban mirarlo.
Togi entró a una cafetería abandonada. No sabía por qué, pero sentía que algo lo esperaba ahí.Y entonces la vio.
Sentada sola en una mesa, una chica con el cabello blanco y una mirada que no pertenecía a este mundo.Él la reconoció.Aunque jamás la había visto.
—“¿Tú también estás atrapado en la versión equivocada de ti mismo?” —preguntó ella, sin girarse.
Togi se congeló.No por la frase.Sino por la voz.
Era la misma que había escuchado en su sueño.La que gritaba sin boca.
—“¿Eres tú quien tiene los ojos malditos?”—“No están malditos.”—“¿No?”—“Están rotos. Es distinto.”
Ella se giró. Sonrió. Su ojo derecho era un reloj de arena, el izquierdo un eclipse parcial.Sus pupilas temblaban como agujas de brújula borracha.
—“Entonces tal vez no seas el único.”
Fuera de la cafetería, alguien más lo observaba.No era humano.Pero tenía piel.Y lo llamaba por su nombre.
—“Togi...”—“El que sobrevivió al tiempo colapsado.”—“El que recuerda cosas que aún no pasaron.”
Una lengua larga, como de ceniza húmeda, lamió el vidrio del local.Togi se giró.Y por primera vez, su ojo derecho brilló.
—“No quiero pelear...”—“Entonces muere con dignidad.”—“No.”—“¿No?”—“Aún tengo promesas que no recuerdo haber hecho.”
El monstruo sonrió.Pero el tiempo no.