El callejón estaba envuelto en una oscuridad densa, solo rota por el tenue brillo de unas pocas farolas viejas que parpadeaban sin ritmo. El aire olía a humedad y algo más: peligro. Togi caminaba con paso firme, consciente de que algo lo seguía, una presencia que se movía con la misma silenciosa precisión que un depredador acechando a su presa.
Su mente comenzó a fragmentarse en destellos confusos — imágenes fugaces de pasos que no estaban, sombras que se movían con independencia del tiempo — la Visión Fragmentada despertaba. No podía controlar del todo esas visiones, pero lograban darle pistas, señales fragmentadas de lo que venía.
Entonces apareció.
Del lado más oscuro del callejón emergió una figura envuelta en sombras, ágil y sigilosa. Sus ojos brillaban con un fulgor helado, como dos cuchillas cortantes que buscaban atravesar la piel y el alma.
—No escaparás —susurró la voz con un tono frío, venenoso.
Togi clavó la mirada en su oponente, sintiendo la presión. No había tiempo para dudas. El Cazador Silente, como se lo había llamado en los rumores, lanzó un ataque veloz, un golpe diseñado para acabar en un instante.
Pero el mundo de Togi se rompió en fragmentos de tiempo. Vio el movimiento antes de que ocurriera, percibió un instante futuro colisionando con el presente. Dio un salto, desapareciendo del alcance del filo por un parpadeo.
El roce del arma dejó una quemadura oscura en su brazo, ardiente y fría a la vez, recordándole que no estaba invencible.
—Tu poder es un juego con sombras —se burló el Cazador—. No comprendes el precio que pagas por mirar fragmentos del tiempo.
La Visión Fragmentada no solo le mostraba la realidad; la distorsionaba, agotaba su mente con imágenes superpuestas y voces del pasado y futuro que no podía silenciar.
Sin embargo, el cansancio no era una opción. Con un impulso de voluntad, Togi lanzó un golpe inesperado, acertando justo cuando el Cazador bajaba la guardia por un instante.
El combate se volvió una danza frenética: golpes que se cruzaban con destellos de luz y sombra, movimientos rápidos como relámpagos, ambos luchando no solo con sus cuerpos, sino con el tiempo y la percepción misma.
Cuando parecía que el Cazador tenía la ventaja, una luz verde cortó la oscuridad. La chica de cabello verde apareció, firme y decidida, con un artefacto en mano que lanzó hacia el enemigo.
Un destello cegador detuvo el avance del Cazador, dándole a Togi un respiro tan necesario como inesperado.
—Esto apenas comienza —dijo ella con voz firme—. Prepárate.
Togi jadeó, sintiendo el peso de la pelea y la incertidumbre de lo que venía. Las sombras y los destellos de tiempo seguían acechando, y él apenas estaba comenzando a entender su propio poder.