Capítulo 8 – El Mensajero de las Sombras

La noche había caído por completo sobre la ciudad. El aire, pesado, parecía arrastrar ecos de un tiempo que no pertenecía a ese lugar. Togi descansaba en el sofá de una habitación prestada, una toalla húmeda en la frente, la respiración aún irregular. La chica del cabello verde se mantenía cerca, sentada en silencio, sus ojos clavados en la ventana como si esperara algo… o a alguien.

Entonces, alguien llamó a la puerta. Tres golpes secos.No eran de amenaza, pero tampoco eran normales.

Ella se puso de pie de inmediato. Su mirada se tensó, y su aura cambió por un instante.Abrió la puerta con cautela.

Del otro lado, un joven tambaleante, cubierto de polvo y sangre seca, se sostenía como podía. Su ropa parecía de otra época, o más bien, de otro mundo. El brazo derecho envuelto en vendas negras que parecían latir como si respiraran por sí solas.

—T-Toki… —murmuró la chica, bajando la guardia al instante.

Él entró sin decir palabra. Sus pasos eran inestables, y su mirada vacía, como si una parte de él se hubiera quedado atrapada en algún lugar del que no logró escapar.

Togi se incorporó, curioso. El chico nuevo parecía... familiar. No por su rostro, sino por la energía que lo envolvía. Como si compartieran un origen.

—Tú… ¿de dónde vienes? —preguntó Togi con la voz baja.

Toki alzó la mirada.Y por un instante, el miedo más puro se apoderó de la habitación.

—De donde tú también viniste… Pero yo no salí ileso.

Silencio. La tensión se volvió insoportable.

—Vi algo… algo que no debería existir. Una sombra. Una criatura sin forma que imitaba los pensamientos más oscuros. No solo ataca... te habla. Te muestra cosas que no son reales. Que no deberían serlo.

Toki temblaba. Sus ojos, húmedos, trataban de no romperse.

—Yo escapé. Pero dejé parte de mí allá. Y ahora… esa cosa viene detrás de ti.

La habitación pareció cerrarse sobre sí misma. Togi tragó saliva. No era la primera vez que escuchaba de “eso”, pero ahora tenía nombre: terror.

—¿Por qué a mí?

Toki lo miró, más tranquilo ahora.

—Porque no saliste solo. Algo más... algo oscuro se quedó contigo. Y ella —miró a la chica de cabello verde— lo sabía desde el inicio, ¿no?

Ella no respondió. Solo cerró los ojos.

—No estamos listos para lo que viene —dijo Toki—. Pero tampoco podemos escondernos.

Y entonces, como un susurro lejano, algo golpeó el aire. Una energía oscura se arrastraba por las calles, invisible para todos… menos para ellos.

La sombra… los había olfateado.