El aire se había vuelto denso, cargado de una tensión que pesaba sobre cada alma presente. La luz de la luna apenas se filtraba entre las nubes, pero había una sombra más oscura aún que se movía con sigilo y una intención letal.
La chica de cabello verde caminaba sin sospechar el peligro que acechaba a sus espaldas. De repente, un golpe brutal la impactó directamente en el rostro, haciéndola caer hacia atrás con un jadeo ahogado. El mundo pareció detenerse un segundo.
— ¡Togi! — intentó gritar, su voz llena de miedo y sorpresa, pero el eco quedó atrapado en sus labios.
La sombra que la atacó avanzaba sin piedad, una figura que parecía surgir de las pesadillas mismas, con ojos vacíos y una sonrisa torcida que prometía destrucción.
Los segundos se estiraron, cargados de un silencio mortal, hasta que un sonido profundo y resonante rompió la atmósfera.
Desde el vórtice abierto en medio del puente, una figura emergió con fuerza sobrehumana. Era Togi. El verdadero.
Sus ojos, que antes contenían un brillo apagado, ahora resplandecían con un azul intenso, casi etéreo, que iluminaba la oscuridad que lo rodeaba. Su respiración era pesada, marcada por el esfuerzo de la lucha interna y el miedo que lo había mantenido cautivo.
Sin dudar, se lanzó hacia la sombra con una velocidad que hizo vibrar el suelo bajo sus pies.
— ¡Aléjate de ella! — rugió con una voz que resonó como un trueno en el valle.
Un aura poderosa comenzó a emanar de su cuerpo, una energía que parecía tejido de luz pura, tan brillante que desafiaba la oscuridad misma.
La sombra se detuvo por un instante, sorprendida por el repentino estallido de poder. Pero la crueldad en sus ojos no desapareció, y respondió con un movimiento agresivo, lanzando una serie de ataques oscuros que hicieron temblar el puente.
Togi los esquivó con destreza, su cuerpo moviéndose como una danza feroz de luces y sombras. Cada vez que tocaba el suelo, pequeñas chispas de energía celestial brotaban como estrellas fugaces.
— ¡No permitiré que lastimes a nadie más! — gritó, mientras canalizaba toda su fuerza en una explosión concentrada.
Un torbellino de luz surgió de sus manos, creciendo y extendiéndose, envolviendo todo a su alrededor. El choque con la sombra generó una explosión que sacudió la tierra, haciendo crujir las vigas del puente y elevar una nube de polvo y escombros.
La chica de cabello verde quedó protegida tras un muro de energía, observando con ojos desorbitados cómo Togi parecía transformarse en una entidad casi divina, su aura expandiéndose con una intensidad que parecía contener el poder de un universo entero.
— ¡Togi! — gritó, intentando acercarse, pero la fuerza del choque la mantuvo a distancia.
Por un momento, el tiempo pareció congelarse. Togi y la sombra se enfrentaron en un duelo silencioso de miradas, un combate sin palabras donde solo el poder hablaba.
El miedo a perder a alguien importante quemaba en el corazón de Togi, alimentando su fuerza con una pasión que trascendía lo físico.
Entonces, con un último grito de furia y determinación, liberó un estallido de energía que iluminó el cielo nocturno como un sol eclipsado.
El brillo cegador envolvió todo, y cuando la luz comenzó a disiparse, la sombra había retrocedido, desapareciendo en la oscuridad sin dejar rastro.
Togi, agotado pero firme, bajó la guardia lentamente, sus ojos todavía brillando con aquella luz azul profunda.
La chica de cabello verde se acercó, sus manos temblorosas buscando las de él.
— ¿Estás bien? — preguntó, con la voz apenas un susurro.
Él la miró, su expresión mezclada entre alivio y un dolor profundo, y respondió:
— Estoy aquí. No dejaré que nada te pase.
Pero en las sombras, lejos de su vista, algo se movía. La amenaza no había terminado. Solo había comenzado.