Capítulo 13: Luz que rompe el velo

Esa noche, no volvieron a hablar. No porque no quisieran, sino porque las palabras serían insuficientes. El silencio lo decía todo: el miedo que persistía, la promesa implícita de no rendirse, el lazo invisible que se había reforzado entre ellos.

Togi apenas durmió. Sus sueños eran un torbellino de luces que se fragmentaban, rostros que se deshacían en la niebla y una sombra que reía en un rincón de su mente, susurrando cosas que no alcanzaba a entender.

Cuando despertó, ya era de día, pero el cielo seguía gris.

La chica de cabello verde —aún sin revelar su nombre real— estaba sentada cerca de él, contemplando las ruinas del observatorio con una expresión seria. Parecía perdida en sus pensamientos, pero cuando notó que Togi abría los ojos, su rostro se suavizó.

— Dormiste un poco — dijo —. Tenías fiebre, pero ya bajó.

Él asintió, frotándose los ojos. Todo su cuerpo dolía. Como si la energía que lo había envuelto antes ahora reclamara su precio.

— ¿Toki…? — preguntó de pronto, alarmado.

— No está aquí. Cuando te vi aparecer, él ya no estaba. No sé si fue arrastrado por el vórtice o si escapó… pero no dejó rastro.

Togi sintió una punzada en el pecho. Toki… ese niño asustado, herido por la sombra. ¿Dónde estaría ahora?

Pero no hubo tiempo para lamentaciones.

Un zumbido se escuchó a lo lejos, como un crujir de tiempo retorciéndose. La chica se levantó al instante, alerta.

— ¿Lo oíste? — preguntó.

Togi también lo sintió. Una vibración en el aire, sutil pero constante. Como si algo se estuviera filtrando lentamente entre los pliegues de la realidad.

Él asintió con gravedad.

— Está volviendo — murmuró.

La figura oscura que había intentado consumirlo no había desaparecido. Solo se había replegado, herida, esperando su momento. Y ahora que Togi estaba debilitado, podía ser su oportunidad.

La chica se acercó a él, poniéndose frente a su cuerpo aún tembloroso.

— No dejaré que vuelva a tocarte — dijo.

Togi la miró. En sus ojos ya no solo había miedo o compasión. Había fuego.

— No podemos esperar a que ataque. Necesitamos entender qué es. De dónde viene. Qué busca.

Ella asintió.

— Y para eso… necesitaremos ayuda.

Togi frunció el ceño.

— ¿Tienes a alguien en mente?

— Tal vez — respondió ella, tras una pausa —. No sé si nos escuchará, pero hay alguien más que ha visto lo que tú has visto. Alguien que también tiene ojos marcados por las estrellas.

Togi la observó, confundido.

— ¿Quién?

Ella le ofreció la mano, esta vez con decisión.

— Ven conmigo. Es hora de que conozcas a la única persona que puede explicarte lo que realmente eres.