Capítulo 14 - Ecos del firmamento

Escena 1 – Sendero estelar

El bosque no era el mismo. Togi lo sentía en cada hoja, en cada sombra que se extendía más de lo natural, como si el lugar mismo supiera que algo había cambiado en él. Caminaba al lado de la chica de cabello verde, envuelto en una manta que le había dado poco antes de dejar las ruinas del observatorio. Aunque su cuerpo dolía, su mente estaba clara. Por primera vez en mucho tiempo, había una dirección concreta.

—Dijiste que esa persona podía decirme quién soy en realidad —murmuró Togi, sin apartar la vista del sendero.

—Lo creo —respondió ella—. Se llama Ilya. No es fácil de encontrar, ni de entender, pero si alguien ha mirado el mismo abismo que tú... es ella.

El nombre flotó en el aire como un eco. Ilya. Algo en él despertó una punzada de reconocimiento, aunque Togi no supo si era real o solo una asociación inconsciente.

Avanzaron durante más de una hora, cruzando parajes ocultos entre los árboles donde la luz se filtraba como si atravesara un velo entre mundos. No hablaban mucho. No hacía falta.

Escena 2 – El templo del espejo estelar

El bosque se abrió de pronto, como si respetara el lugar al que estaban por llegar. En lo alto de una colina, oculta por el follaje y el tiempo, se alzaba una estructura de piedra blanca cubierta de musgo y raíces. Sobre ella, una cúpula de cristal agrietado reflejaba una tenue luz, a pesar de que el cielo seguía cubierto de nubes grises.

Togi sintió un estremecimiento. El aire era distinto. Más denso, cargado de una energía silenciosa que no provenía de este mundo. La chica lo miró con atención, pero no dijo nada. Solo avanzó primero.

Entraron por un arco tallado con símbolos antiguos. El interior estaba casi vacío, salvo por una enorme fuente en el centro, cuyas aguas oscuras reflejaban constelaciones en constante movimiento. No era un espejo. Era un mapa vivo del cielo.

Allí, de pie al otro lado del estanque, una figura los esperaba. Una mujer de cabello blanco como la ceniza, largo y liso, vestida con una túnica oscura adornada con cristales diminutos en forma de estrellas. Sus ojos... eran iguales a los de Togi: uno como un agujero negro que todo lo absorbía, y otro como una supernova congelada en el instante de su muerte.

—Has llegado —dijo, sin sorpresa.

Togi sintió como si una fuerza invisible lo empujara hacia adelante. Cruzó el umbral del templo y se detuvo frente a ella.

—¿Tú... también tienes estos ojos?

—No. Estos ojos me fueron dados, igual que a ti. Pero lo que somos... eso lo descubrimos por nuestra cuenta.

—Necesito saber —dijo Togi—. Qué soy. Por qué veo el tiempo, por qué esa sombra me persigue, qué se llevó de mi mundo...

Ilya lo observó en silencio. Luego alzó una mano y señaló el agua.

—Entonces mira. Y recuerda.

Escena 3 – Memorias del universo

Togi se acercó al agua. Cuando la tocó, las estrellas reflejadas comenzaron a girar rápidamente, formando espirales, galaxias, mundos enteros. En cuestión de segundos, su conciencia fue absorbida por la fuente.

No había espacio. No había tiempo. Solo visiones.

Vio su mundo natal: una ciudad suspendida en el cielo, llena de puentes flotantes y torres de cristal. Vio a Toki, mucho más joven, corriendo entre pasillos con un libro en la mano. Vio la sombra por primera vez, emergiendo desde una grieta en el cielo, devorando lentamente todo a su paso.

Y luego... vio el momento. El instante exacto en que el flujo del tiempo se quebró. Vio una versión de él mismo en medio del cataclismo, intentando contenerlo, gritando palabras que ya no recordaba. Y vio cómo, en el último segundo, el poder de las estrellas lo envolvía y lo arrojaba a través de un portal.

Cuando abrió los ojos, estaba de rodillas, jadeando.

Ilya lo observaba con una expresión serena.

—Tu mundo no está destruido. Está congelado. Suspendido en el colapso. Por eso estás aquí: para aprender, para decidir si puedes revertirlo... o dejarlo ir.

Togi no sabía si llorar o gritar. La verdad era demasiado.

—¿Y la sombra?

Ilya miró al cielo a través de la cúpula.

—Esa sombra eres tú. O una parte de ti. Aquella que quedó atrapada en el colapso, alimentada por tu miedo y tu dolor. Cada vez que creces, ella también lo hace. Y ahora... ha encontrado una manera de entrar en este mundo.

Escena 4 – El precio del poder

Togi se puso de pie, tambaleante. Sentía el peso de mil estrellas en los hombros. La chica de cabello verde se acercó y lo sostuvo sin decir palabra.

Ilya caminó hacia él y colocó una mano en su pecho.

—Aún no estás listo para enfrentarlo, pero estás cerca. Tu poder es real, pero también es un eco de tu trauma. Para controlarlo, debes conocerlo, y para conocerlo, debes aceptarte. Incluso tus sombras.

—¿Y si no puedo? —preguntó Togi, con un nudo en la garganta.

—Entonces este mundo también caerá.

Un trueno resonó a lo lejos. El cielo, afuera, comenzaba a oscurecerse. La sombra no había terminado. Solo había empezado a jugar.

Escena 5 – Juramento estelar

Antes de partir, Ilya se acercó a Togi y le entregó un cristal con forma de estrella.

—Cuando llegue el momento, esto te mostrará lo que debes ver. No antes. No después.

Togi lo recibió con ambas manos, sintiendo un leve calor en la palma. Luego miró a la chica que había estado con él desde el principio. Ella le sonrió, aunque sus ojos mostraban preocupación.

—Vamos —dijo Togi, esta vez con firmeza en la voz—. Tenemos que prepararnos. Si esa cosa se alimenta de mis miedos... entonces debo convertirme en alguien que no le tema.

Y así, con el cristal en el pecho, el recuerdo de su mundo renacido en su mente, y una promesa sin palabras con Ilya, Togi salió del templo.

La noche caía.

Y la verdadera batalla apenas comenzaba.