Capítulo 15: Reflejo del Tiempo

El vórtice había tragado a Togi por completo. A su alrededor, la realidad se fragmentaba como vidrios rotos, cada pedazo mostrando escenas superpuestas de distintos momentos: risas pasadas, batallas futuras, sombras del presente. Flotaba en un espacio sin tiempo, sin gravedad, donde la lógica del mundo había dejado de existir.

Togi no sabía cuánto llevaba allí. Su cuerpo no dolía, pero su alma pesaba. Voces lejanas resonaban a su alrededor, ecos distorsionados que lo llamaban por su nombre. Algunas eran conocidas: la figura del cabello verde, Toki, incluso la sombra... otras eran desconocidas, más antiguas, como si el tiempo mismo lo estuviera juzgando.

—Togi...

Una figura emergió entre los destellos del espacio roto. Era él mismo, pero distinto. Una versión suya más joven, con los ojos llenos de esperanza y el pecho erguido por sueños intactos.

—¡No puedes rendirte! ¡Tienes que seguir avanzando! —gritó el reflejo.

Togi quiso hablar, pero su voz no salió. Intentó acercarse, pero su otro yo se desvaneció como humo.

Luego apareció otra figura: un Togi mayor, con la mirada apagada y las manos manchadas de oscuridad.

—No sirve de nada... Todo lo que tocas se destruye. Nunca serás suficiente.

Esa versión lo miraba con desprecio, con una rabia profunda que dolía más que cualquier herida física. Togi cerró los ojos, intentando bloquear las voces, pero era imposible. El vórtice no sólo distorsionaba el tiempo: lo obligaba a enfrentarse con cada posibilidad que alguna vez fue, es o podría ser.

Entonces, escuchó algo nuevo.

Un murmullo suave, como una canción que había olvidado. Abrió los ojos y la vio. No era una versión de él, sino alguien más. La persona del cabello verde, de pie sobre lo que parecía un fragmento de cielo.

—Togi —dijo con una sonrisa serena—. Recuerda por qué comenzaste.

La frase lo atravesó como una flecha de luz. Por un instante, todo se detuvo. Las voces, los destellos, incluso el propio vórtice parecieron congelarse.

Recordó el primer momento en que vio las estrellas de este mundo. Recordó la promesa. Recordó su risa.

Su pecho brilló. No de poder, sino de claridad. Comprendió que el vórtice no era una prisión, sino una prueba. Una que debía superar para seguir adelante.

Extendiendo la mano, tocó un fragmento de tiempo que flotaba cerca. Mostraba una escena futura: él, junto a quienes ama, riendo bajo la luz de la luna. No sabía si era real, pero quiso creerlo.

—Voy a regresar —dijo con firmeza.

El vórtice comenzó a colapsar. La oscuridad que lo rodeaba fue tragada por una luz creciente. Togi cayó, no en la nada, sino de vuelta al mundo.

El cielo nocturno lo recibió. Estaba de rodillas sobre la hierba mojada, jadeando. Todo parecía igual, pero algo había cambiado dentro de él.

Frente a él, la figura del cabello verde lo observaba, con los ojos llenos de lágrimas y alivio.

—Volviste... —susurró.

Togi asintió. Estaba cubierto de tierra, sudor y tiempo.

—No pienso perderme otra vez.

Desde la distancia, sin embargo, la sombra observaba. Había aprendido algo también.

Y sabía que el verdadero juego apenas comenzaba