La Decisión
Las palabras en la tableta de Lucas enviaron ondas de choque a través del equipo: "Póliza de seguro activada. La suerte está echada."
Por un momento, reinó un silencio atónito. Luego, una ráfaga de reacciones:
El puño de Sean se conectó con la pared, dejando una pequeña abolladura. "¡Maldición!"
El ojo cibernético de Valerian zumbó frenéticamente, procesando posibilidades. "Necesitamos un plan. Ahora."
Los dedos de Lucas volaron sobre su tableta, murmurando cálculos y probabilidades.
María sintió sus habilidades sanadoras pulsando bajo su piel, respondiendo a la oleada de adrenalina y miedo.
La voz de Kasper cortó el caos, firme a pesar de la tensión evidente en su mandíbula apretada. "Necesitamos decirle a Vega. Ahora."
Mientras corrían a la oficina de la Directora, el corazón de María latía en sus oídos. El peso de la situación la presionaba, memorias de fallas pasadas amenazando con surgir. Las apartó, enfocándose en la crisis presente.
El rostro de Vega palideció mientras le explicaban la situación. "La cocina," susurró. "Acabamos de instalar tanques de gas nuevos. Si los han manipulado..."
"La cafetería," se dio cuenta Kasper, sus ojos agrandándose. "Está llena ahora mismo."
Las órdenes de Vega fueron claras: evacuar silenciosamente, no levantar sospechas. Mientras se acercaban a la cafetería, María sintió su pecho tensarse. La responsabilidad de cientos de vidas pesaba fuertemente sobre sus hombros.
Las puertas de la cafetería se alzaron ante ellos. María respiró profundamente, tratando de calmar sus nervios. Kasper le dio un asentimiento tranquilizador antes de entrar.
La normalidad de la escena golpeó a María como un golpe físico. Los estudiantes reían y charlaban, completamente inconscientes del peligro. El olor de la comida se mezclaba con el zumbido de conversación, creando una atmósfera surrealista.
María escaneó la habitación, sus sentidos sanadores en alerta máxima. Nada parecía fuera de lugar, pero la tensión enrollada en su estómago le decía lo contrario.
"Empiecen a dirigir a la gente hacia afuera casualmente," murmuró Kasper. "Usen cualquier excusa que se les ocurra."
María asintió, forzando una sonrisa en su rostro mientras se acercaba a una mesa cercana. "Hey chicos, escuché que están repartiendo helado gratis en el patio. ¡Mejor apúrense antes de que se acabe!"
Mientras los estudiantes comenzaron a salir en goteo, María sintió su control deslizándose. La vigilancia constante, la alegría forzada—todo se estaba volviendo demasiado. Necesitaba un momento para respirar, para recomponerse.
"Vuelvo enseguida," le susurró a Kasper. "Solo necesito usar el baño."
La frente de Kasper se frunció con preocupación. "¿Estás bien? Necesitamos mantenernos juntos."
"Estoy bien," insistió María, ya moviéndose. "Solo dame un minuto. Vuelvo enseguida."
Mientras se alejaba, sintió la mirada preocupada de Kasper en su espalda. Odiaba dejarlo, pero la presión se estaba volviendo insoportable.
La puerta del baño se cerró detrás de ella, amortiguando el ruido de la cafetería. María se apoyó contra el lavabo, respirando profundamente. Se echó agua en la cara, el líquido frío tranquilizándola.
Un recuerdo surgió—su primer día de entrenamiento de respuesta a crisis. Las palabras del instructor hicieron eco en su mente: "Tu mayor fortaleza como sanadora es también tu mayor debilidad. Sientes el dolor de otros como propio. Aprende a canalizar esa empatía, o te paralizará cuando más importe."
María se miró en el reflejo, agua goteando de su barbilla. "Puedes hacer esto," se dijo a sí misma. "Cuentan contigo."
Mientras se volteaba para irse, la puerta del baño se abrió. Una chica entró, sus movimientos bruscos y antinaturales. Los sentidos sanadores de María se encendieron, captando la frecuencia cardíaca elevada y respiración errática de la chica.
"¿Estás bien?" preguntó María, dando un paso adelante.
La cabeza de la chica se alzó bruscamente, y el mundo de María se inclinó sobre su eje. Atado al pecho de la chica había un desorden de cables y explosivos. Las lágrimas se deslizaban por su rostro, dejando rastros en su maquillaje.
"¡Mantente atrás!" gritó la chica, su voz quebrándose. Su dedo se cernía sobre un detonador rudimentario. "¡Lo... lo haré!"
La mente de María se aceleró. Su entrenamiento le gritaba que corriera, que buscara ayuda. Pero su instinto sanador, la parte de ella que no podía soportar ver a otros en dolor, la mantuvo clavada al lugar.
Una guerra se desató dentro de ella. El miedo le arañaba la garganta, instándola a huir. Pero la compasión, el núcleo mismo de su ser, exigía que se quedara. En ese momento, María hizo su elección.
"Está bien," dijo María suavemente, alzando sus manos en un gesto no amenazante. "No voy a lastimarte. ¿Puedes decirme tu nombre?"
El labio de la chica tembló. "A-Alicia," susurró.
"Alicia," repitió María, inyectando calidez en su voz. "Ese es un nombre hermoso. ¿Puedes decirme por qué estás haciendo esto?"
Los hombros de Alicia se sacudieron con sollozos reprimidos. "Tienen a mi hermanito. Dijeron que si no hago esto, ellos... ellos..." No pudo terminar la oración.
El corazón de María dolió. Dio un pequeño paso adelante, sus manos aún alzadas. "Entiendo, Alicia. Estás tratando de proteger a alguien que amas. Pero esta no es la manera. Podemos ayudarte, tanto a ti como a tu hermano."
"¡No entiendes!" gritó Alicia. "¡Están en todas partes. Lo saben todo. ¡No hay escape!"
La mente de María se iluminó con la ATA, con las violaciones de datos y chantaje. Su alcance parecía crecer día a día, pero no podía dejar que el miedo ganara. "Las personas que te están obligando a hacer esto—no son tan poderosas como piensas. Las estamos combatiendo, y vamos a ganar. Pero necesitamos tu ayuda."
El dedo de Alicia tembló sobre el detonador. "¿Cómo puedes posiblemente ayudar? Eres solo una estudiante, como yo."
María dio otro paso más cerca. Estaba lo suficientemente cerca ahora para ver el miedo en los ojos de Alicia, para oler el débil aroma de su perfume mezclado con sudor y miedo.
"No soy solo una estudiante," dijo María suavemente. Extendió su mano, permitiendo que su energía sanadora se manifestara como un suave resplandor. "Tengo habilidades, así como tú tienes tu valor. Juntas, podemos salvar a tu hermano y detener a estas personas. Pero primero, necesito que confíes en mí."
Los ojos de Alicia se agrandaron ante la demostración del poder de María. Por un momento, la esperanza parpadeó en su rostro. Luego la duda se infiltró de vuelta.
"¿Cómo sé que esto no es un truco?" preguntó, su voz apenas por encima de un susurro.
María encontró la mirada de Alicia firmemente. "Porque juro por mi vida y las vidas de todos los que me importan que haré todo en mi poder para ayudarte a ti y a tu hermano. Pero Alicia, tienes que hacer una elección ahora mismo. ¿Vas a dejar que el miedo te controle, o vas a ser valiente y luchar de vuelta?"
El baño cayó en silencio. María podía escuchar su propio latido, el murmullo distante de la cafetería más allá. Todo dependía de este momento, de la decisión de Alicia.
La mente de María se aceleró, pensando en su equipo, en Kasper esperando afuera, inconsciente del peligro. Pensó en todas las vidas en juego, en la amenaza creciente de la ATA. Pero más que nada, se enfocó en la chica asustada frente a ella, viendo no a una potencial terrorista, sino a una víctima que necesitaba sanación.
El dedo de Alicia se cernía sobre el detonador. Las lágrimas continuaron deslizándose por su rostro. El futuro de toda la academia se balanceaba en el filo de una navaja.
¿Elegiría Alicia la esperanza? ¿O ganaría el miedo?
La respuesta yacía en el movimiento de un solo dedo.