Las calles iluminadas con luces de neón de Nueva Kareena se desdibujaron mientras Kasper seguía a Nailah por callejones sinuosos. Su mente daba vueltas, dividida entre el peso de las revelaciones de su padre y la atracción magnética de la mujer que tenía delante. La imagen fantasmal de Sarah parpadeó en sus pensamientos, un recordatorio agridulce de la vida que había dejado atrás en la academia.
Se metieron en un bar con un agujero en la pared, sus desgastadas mesas de madera y sus holo-anuncios parpadeantes contrastaban marcadamente con la elegante forma de Nailah. El aire estaba cargado del dulce aroma del ron y del sabor metálico del ozono procedente de los depuradores de atmósfera que no funcionaban correctamente. Afuera, el zumbido distante de los tranvías flotantes y el débil choque de las olas contra el malecón proporcionaban un telón de fondo constante al ritmo nocturno de la ciudad.
"Dos atardeceres de Kareena", ordenó Nailah, su voz transmitía la autoridad de alguien acostumbrado a ser obedecido. El camarero, un hombre canoso con relucientes brazos de bronce, asintió en silencio.
Los sentidos agudizados de Kasper captaron los cambios sutiles en la postura de Nailah: la ligera tensión en sus hombros, la forma en que sus ojos se dirigieron hacia las salidas. Estaba nerviosa, igual que él.
"Entonces", comenzó Nailah, bebiendo su bebida con un movimiento suave, "has estado ocupada".
Kasper imitó su acción y el ron le abrió un camino hasta la garganta. "Se podría decir eso. ¿Cuánto sabes?"
Una sonrisa irónica apareció en los labios de Nailah. "Lo suficiente como para saber que estás metido en problemas, Kas. Las calles susurran sobre un nuevo cazarrecompensas que está causando sensación".
La mente de Kasper se centró en su reciente misión, en la creciente amenaza de la ATA. Las palabras de su padre resonaron en sus oídos: "Ten cuidado, hijo. El alcance del ATA es más largo de lo que crees". Dejó el pensamiento a un lado y se centró en Nailah. "¿Y qué dicen?"
Los ojos de Nailah se encontraron con los suyos, feroces e inflexibles. "Que es alguien a quien hay que cuidar. Que obtiene resultados".
Su conversación giró en torno a verdades y verdades a medias, y ninguno de los dos estaba dispuesto a mostrar toda su mano. Pero con cada mirada cargada, cada roce "accidental" de manos, la tensión entre ellos aumentaba.
Un fragmento de recuerdo pasó por la mente de Kasper: la suave sonrisa de Sarah, su presencia tranquilizadora después de una sesión de entrenamiento particularmente agotadora. La forma en que ella atendería sus heridas, su tacto a la vez profesional y tierno. Cogió su reloj de comunicaciones, con el pulgar sobre la función de telegrama. Debería enviarle un mensaje, hacerle saber que estaba bien. Pero cuando la mano de Nailah encontró su rodilla debajo de la mesa, el pensamiento se evaporó como la niebla al sol.
Las horas pasaban, marcadas sólo por el flujo y reflujo de su conversación y el flujo constante de bebidas. Con cada momento que pasaba, el mundo fuera de su stand se desvanecía. Eran solo ellos, suspendidos en una burbuja de historia compartida y deseo tácito.
"Baila conmigo", dijo Nailah de repente, levantándose y extendiendo su mano.
Kasper dudó por un momento y luego lo aceptó. Mientras se dirigían a la pequeña y abarrotada pista de baile, el antiguo sistema de sonido del bar cobró vida. Los inquietantes acordes de un bolero llenaron el aire, lentos y sensuales.
Nailah se acercó, su cuerpo se amoldó al de él como si no hubiera pasado el tiempo. Los sentidos agudizados de Kasper se pusieron a toda marcha, catalogando cada detalle: la suavidad de su piel, el latir de su pulso, el leve aroma a jazmín que se adhería a su cabello.
Mientras se balanceaban al ritmo de la música, los labios de Nailah rozaron su oreja. "Me he perdido esto", susurró. "Te extrañé."
La resolución de Kasper se desmoronó. Con un gemido bajo, capturó sus labios con los suyos. El beso fue eléctrico, años de anhelo reprimido explotaron en un solo momento.
Cuando finalmente se separaron, ambos sin aliento, los ojos de Nailah estaban oscuros por el deseo. "Mi casa no está lejos", murmuró.
Kasper sabía que debía decir que no. Pensó en Sarah, en su misión, en todas las complicaciones que surgirían a partir de esa noche. Pero cuando la mano de Nailah se deslizó entre la suya y lo condujo fuera del bar hacia la cálida noche caribeña, descubrió que no le importaba.
El camino hasta el apartamento de Nailah fue un borrón de besos robados y caricias febriles. Pasaron bajo la sombra de imponentes rascacielos art déco, con sus fachadas de latón y cobre brillando a la luz de la luna. Las salidas de vapor silbaban desde callejones ocultos y el ruido metálico distante de las grúas mecanizadas del puerto proporcionaba una constante canción de cuna industrial.
Tan pronto como la puerta se cerró detrás de ellos, se juntaron como una fuerza de la naturaleza, abandonando toda pretensión de moderación.
Más tarde, mientras yacían enredados en sábanas empapadas de sudor, la realidad comenzó a volver a aparecer. Kasper miró fijamente el techo y su visión mejorada distinguió patrones en la oscuridad. A su lado, la respiración de Nailah se había estabilizado en el sueño.
Su mente vagó hacia Sarah. Dulce y firme Sarah. Se dio cuenta con un sobresalto de que en realidad nunca habían definido lo que eran el uno para el otro. ¿Amigos con beneficios? ¿Algo más? La incertidumbre lo carcomía, contrastando marcadamente con la pasión cruda y sencilla que siempre había compartido con Nailah.
Un suave zumbido llamó su atención. Los ojos de Kasper se dirigieron a un rincón oscuro de la habitación, donde un pequeño colibrí mecánico se posaba en un estante. Sus ojos de cristal parecían brillar con una inteligencia antinatural, sus alas de latón se movían ocasionalmente como si estuviera dormido.
La inquietud le hormigueó en la nuca. ¿Fue sólo una peculiar decoración decopunk o algo más siniestro? Nailah siempre había estado llena de sorpresas, pero esto...
Cuando las primeras luces del amanecer se colaron por las ventanas, los pensamientos de Kasper volvieron a las advertencias de su padre sobre la ATA, sobre los peligros que acechaban en las sombras. Los enjambres de nanobots, el Proyecto Lázaro: ¿cómo encajaron todos? ¿Y dónde encajaba Nailah en este rompecabezas cada vez más complejo?
Miró la forma dormida de Nailah, repentinamente inseguro. ¿Y si este no fuera un encuentro casual? Y si...
Apartó ese pensamiento, pero la semilla de la duda había sido plantada.
Mientras se acomodaba nuevamente en la calidez del abrazo de Nailah, la mente de Kasper se aceleraba. Tendría que afrontar las consecuencias de esta noche: con Sarah, con su misión, con la amenaza inminente de la ATA. Pero por ahora, en este momento, se permitió saborear el consuelo familiar de la presencia de Nailah.
Los ojos del colibrí mecánico brillaron en la penumbra, un testigo silencioso de la pasión de la noche y las complicaciones que se avecinaban. Kasper cerró los ojos, sabiendo que cuando los volviera a abrir, el mundo cambiaría irrevocablemente. El juego estaba en marcha y ahora él era un jugador, le gustara o no.