Capítulo 5 — El Círculo de Energía Viva

Durante días, Santiago estudió el libro en secreto. Cada noche copiaba fragmentos, traducía símbolos y ensayaba con gestos torpes las posiciones indicadas en los diagramas. El lenguaje del texto no parecía estar hecho para ser leído, sino intuido. Como si las palabras despertaran algo latente en él cada vez que las recitaba en voz baja.Una noche, llegó a un apartado titulado:

"Formación de Energía Viva — Primer Círculo de Armonización Espiritual"

El texto advertía:

"Solo cuando el cuerpo esté templado y el alma en calma, puede la energía del entorno circular sin resistencia. Invocar el flujo sin preparación puede atraer desequilibrio... o despertar cosas dormidas."

Pero Santiago ya había cruzado muchas fronteras.Había cultivado su cuerpo, escuchado la voz del valle, y sentido cómo el Qi latía en su interior. Tenía que intentarlo. Sentía que era el siguiente paso... y que el valle mismo lo empujaba hacia ello.Al amanecer, volvió al claro.Llevaba el libro, una cuerda de cáñamo, algunas piedras lisas, y flores recogidas del mismo valle. El manual explicaba cómo trazar un círculo de armonización, usando elementos de la tierra. Las piedras representaban los puntos cardinales, las flores los cinco sentidos, y la cuerda unía todo en una espiral energética.Trazó el círculo con cuidado, tal como indicaban los diagramas. Luego se sentó en el centro, respirando profundamente.

Inhalar por la nariz, sostener, liberar lentamente. Sentir la raíz, el tronco, la copa. Ser árbol. Ser tierra. Ser fuego.

Entonces, Santiago comenzó a recitar el mantra impreso al margen del libro. Las palabras no eran humanas, pero su boca las pronunciaba con naturalidad inquietante:

"Om'ta ireshé kal doma... suvel nara tá."

Al principio, no pasó nada.Pero luego, el aire cambió de densidad. Como si el viento se negara a pasar por el círculo. Las flores comenzaron a vibrar suavemente. Las hojas de los árboles se inclinaron hacia el centro, como si respiraran al ritmo de su mantra.Y en el suelo, las piedras... empezaron a brillar.Una luz tenue, verde-ámbar, surgía de ellas, conectándose por hilos invisibles. Santiago sintió una oleada de calor subirle por la columna. Era energía viva. Pura. Fluyendo como savia entre los puntos del círculo.Pero entonces, cometió un error.Se emocionó. Quiso acelerar. Repitió el mantra demasiado rápido.El círculo chirrió.La energía se agitó, como un río desbordado. El suelo tembló levemente. Las flores se marchitaron al instante, y las piedras comenzaron a chispear con luz violenta. Santiago intentó detenerse, pero su cuerpo no le respondía. Estaba atrapado dentro del flujo desbocado que él mismo había liberado.

“¡Detente! ¡DETENTE!”

Entonces, una figura emergió en su mente. No una voz. No una visión. Una presencia.Una sombra de mujer, de ojos sin pupilas, con cabello que caía como ramas negras.

“Control sin equilibrio es destrucción. No corras antes de echar raíces. Aprende.”

La imagen se desvaneció. El círculo se apagó. Santiago fue expulsado hacia atrás, cayendo fuera de la formación con un golpe seco. Respiraba agitado, cubierto de sudor, con sangre saliendo de su nariz.El valle volvió al silencio.Santiago se quedó tumbado, mirando el cielo. El libro reposaba a unos metros, su cubierta aún tibia, como si contuviera vida propia.Sonrió, a pesar del dolor.—Así que… esto también duele —susurró—. Bien. Estoy aprendiendo.Se incorporó lentamente, recogió el libro, y volvió a trazar el círculo desde cero. Más lento. Más consciente.

No dejaría que un error lo alejara del camino.

Porque ya no era solo un cultivador accidental. Era un aprendiz del valle.Y cada raíz que plantara dentro… también crecería dentro de él.