Era ceniza.
Un río de ceniza líquida fluía lentamente, como si el mundo se estuviera desmoronando y derritiendo a la vez. La corriente se arrastraba pesada, y flotaban en ella restos de plantas muertas, animales convertidos en sombra... y formas humanas, sin rostro.El aire olía a quemado. Una final.Del otro lado del río, una figura se alzaba. Alta. Delgada. Envuelta en un manto gris.No tenía rostro. Pero Santiago supo que lo observaba.Entonces la voz surgió, no de su boca, sino del cielo ausente, como un trueno que no hace ruido:"Cuando las raíces se pudren, la cosecha se pudre también. Lo que una vez fue fértil ahora sangra."
Santiago intentó moverse, pero el suelo se volvió pegajoso. Las raíces muertas intentaban sujetarlo.La voz habló de nuevo, esta vez con más claridad. No era la figura. Era la deidad del valle. Su guía."Tu despertar es una señal... y también un faro. Has sanado una herida menor, pero los que buscan la podredumbre vendrán por más. El equilibrio está por romperse."
Entonces vio algo terrible:Una visión fugaz de la fuente del valle, seca y agrietada. Los cultivos, marchitos. El cielo, rojo como fuego. Y al borde del valle... una figura humana envuelta en sombras, con ojos dorados como brasas."El que camina entre ambos mundos se acerca. El que corrompe el suelo con pasos de oro. Prepárate, Santiago.
La figura del río alzó la mano.El río de ceniza rugió y se levantó como una ola.Santiago gritó—Y despertó.Estaba empapado en sudor. Afuera, todavía era madrugada. La vela en su escritorio se había consumido. La casa estaba en silencio.Pero la energía del valle se sentía… alterada.La fuente no cantaba como antes. El viento ya no susurraba. Algo estaba empezando.Santiago se vistió de inmediato. Agarró el libro de cultivo, su cinturón con piedras, y salió hacia el claro, sin decir nada a nadie.Sabía que el sueño no era una pesadilla.Era una profecía.Y tenía que adelantarse… antes de que el equilibrio se rompiera por completo.