Capítulo 9 — La Corteza Interna

El valle amaneció cubierto por una neblina inusual.Ni los gallos cantaron a su hora, ni el viento jugaba entre las ramas. Santiago sintió en la piel que la advertencia de la deidad no era algo lejano. Algo en el equilibrio natural se estaba debilitando, como si la energía misma del lugar contuviera la respiración.Apenas salió el primer rayo de sol, se dirigió a su rincón secreto, donde había enterrado parte del libro. Solo en la tierra viva se mantenía estable; cuando lo guardaba en la casa, el texto temblaba, y algunas letras desaparecían.Ese día, al desenterrarlo, notó algo nuevo.Una página que antes había estado en blanco ahora tenía escritura visible. No tinta. Brillaba levemente, como escritura hecha de rocío y luz de luna."Técnica del Escudo Raíz — Formación de Corteza Interna"Para aquellos que han sentido el desequilibrio y el dolor del Qi oscuro, y desean resistir sin romperse. Esta formación no ataca... pero convierte el cuerpo en un árbol vivo. Uno que no cae al primer viento.Santiago comprendió que esa era su siguiente prueba.La técnica consistía en crear una segunda piel energética, parecida a la corteza de un árbol, a través de la concentración de energía vital en los canales superficiales del cuerpo. Era como envolver su cuerpo en una armadura invisible hecha de tierra, savia y voluntad.Pero el proceso era doloroso.El texto lo advertía:"Solo los que han sentido el peso de proteger algo más que a sí mismos, podrán sostener la Corteza Interna sin quebrarse."El ritual empezó con una meditación profunda, en completo silencio, durante tres días y tres noches. Santiago no podía moverse, ni comer más que raíces silvestres y agua de la fuente.Durante la primera noche, el cuerpo temblaba, rechazando el esfuerzo.La segunda noche, las raíces del suelo comenzaron a rozar sus piernas, como si lo reconocieran. Un calor ascendió lentamente por su espalda.Y en la tercera...

Santiago comenzó a oír la madera dentro de sí.

Crujidos internos, como si su piel quisiera imitar la firmeza de la corteza. Su respiración se volvió lenta. Su piel, más densa. Sus poros absorbían el Qi circundante y lo sellaban en una capa invisible bajo la superficie.Entonces, activó el gesto final: dos dedos sobre el pecho, un símbolo trazado en el aire, y una frase en la lengua antigua del libro:

"Irtha ma val turan."(De la raíz, nace la defensa.)

Una presión estalló en su interior, y luego se estabilizó.Santiago se puso de pie. La energía fluía a su alrededor como un campo protector. Era como si toda su piel tuviera ahora una sensibilidad distinta: no para el placer o el dolor, sino para detectar amenazas, absorber choques, y resistir sin quebrarse.Alzó la mano y golpeó una piedra.No se rompió la piedra, pero su mano tampoco dolió. El Qi desvió el impacto como el tronco de un roble viejo.

Lo había logrado.

Pero no sonrió. Porque al abrir los ojos, sintió un estremecimiento en el suelo. Leve, apenas perceptible… pero claro.Una energía se acercaba desde fuera del valle.Y no venía sola.