La ciudad despertaba con un murmullo eléctrico, pero para Luo Zheng y Mei Ling, la calma era solo una máscara frágil. En el templo olvidado, mientras los primeros rayos del sol atravesaban las vidrieras rotas, ambos sabían que estaban al borde de un precipicio.
El poder que había despertado en Luo aquella noche, después de compartir el fuego y el juramento con Mei Ling, era diferente. Más intenso, más puro. Pero también más peligroso. Sentía cómo su cuerpo ardía, cómo la energía del Camino Carmesí del Loto comenzaba a exigir un precio cada vez mayor.
La Llamada de la Ciudad
Mientras descendían por la escalinata cubierta de musgo, Luo sintió una vibración en el bolsillo: un mensaje cifrado en la aplicación secreta de cultivadores, algo que solo los que estaban conectados al mundo oculto podían entender. La ciudad estaba en peligro inminente.
—Han Rui ha movilizado sus drones hacia el distrito financiero —leyó Luo en voz baja—. Su ejército digital quiere tomar el control de los servidores de QiNet. Si lo logra, puede controlar todo el flujo de qi y la energía espiritual de la ciudad.
Mei Ling frunció el ceño.
—Es peor de lo que pensábamos. No solo quiere el poder, quiere ser el amo absoluto de la cultivación moderna.
—Y nosotros somos los únicos que podemos detenerlo —respondió Luo con firmeza.
El Regreso a la Batalla
Los dos salieron del templo con pasos firmes, decididos a enfrentar lo que venía. Pero la ciudad había cambiado. Bajo la superficie brillante de luces de neón y anuncios holográficos, se libraba una guerra invisible. Sectas que controlaban grandes corporaciones, cultivadores que usaban tecnología para rastrear y manipular qi, y mercenarios equipados con armas que combinaban tradición y modernidad.
Luo recordó sus años pasados, su vida anterior, cuando era un repartidor cualquiera y nada de esto existía para él. Ahora, cada paso que daba estaba cargado de un peso ancestral.
Mientras caminaban, Mei Ling tocó el brazalete que llevaba en la muñeca, un artefacto antiguo fusionado con la última tecnología.
—Esto nos ayudará a mantenernos conectados —dijo—. Pero más que eso, es un sello de protección. Sólo funcionará si mantenemos la energía sincronizada.
Luo asintió, sabiendo que su vínculo con Mei Ling era ahora más que un simple romance: era una alianza vital.
El Asedio al Distrito Financiero
Al llegar, el escenario era apocalíptico. Drones armados con lanzallamas espirituales zumbaban en el aire, mientras figuras encapuchadas desplegaban dispositivos para interferir con el flujo de qi. Entre ellos, Han Rui apareció, con una sonrisa que era pura arrogancia.
—Pensaron que podrían detenerme —dijo con desprecio—. Pero el poder que he alcanzado no es de este mundo. El Qi no me pertenece... yo pertenezco al Qi.
Luo sintió cómo la sangre se le congelaba. El hombre que había subestimado tantas veces, que parecía solo un rival en los torneos escolares y las redes sociales, ahora era una amenaza global.
—Han Rui —respondió Luo—. Esto termina aquí.
Y sin más, la batalla comenzó.
Choque de Qi y Acero
El cielo se oscureció bajo el resplandor de las energías liberadas. Luo y Mei Ling se movían con sincronía perfecta, combinando sus habilidades: ella con su control de qi elemental, él con el Camino Carmesí del Loto, que consumía su energía pero le otorgaba poder devastador.
Los drones caían en llamas espirituales, los mercenarios eran desarmados con destellos de qi que cortaban el aire como cuchillas invisibles. Pero Han Rui tenía trucos ocultos: invocó sombras digitales que emergían de las paredes, guerreros virtuales que atacaban con velocidad imposible.
—¡Cuidado! —gritó Mei Ling al esquivar un golpe mortal.
Luo reaccionó justo a tiempo, lanzando una ola de energía carmesí que desintegró la amenaza. Pero sabía que no podía durar mucho: el Camino Carmesí drenaba su cuerpo y mente.
La Tentación del Poder
En medio del combate, Han Rui se acercó y, con una voz suave pero letal, habló.
—Luo, sabes que no puedes ganar. Rinde tu alma al Camino Carmesí por completo, únete a mí, y juntos dominaremos este mundo. No más dolor, no más lucha.
Luo vaciló un instante. La tentación era inmensa: un poder absoluto, la posibilidad de rehacer el pasado y evitar todo sufrimiento. Pero luego recordó las noches con Mei Ling, su juramento de luchar juntos, y la imagen de su yo del futuro, roto y derrotado.
—Nunca —respondió Luo con voz firme—. Mi destino no es la esclavitud, sino la libertad.
Han Rui sonrió con desprecio, y lanzó un ataque brutal que impactó contra Luo, arrojándolo contra una pared.
El Abismo Interior
Herido y jadeante, Luo sintió cómo el Camino Carmesí comenzaba a reclamar su alma. Era como un fuego que quería devorarlo desde dentro. Pero justo entonces, Mei Ling apareció, tocando su frente con la palma.
—Concéntrate en nosotros, en lo que somos —le susurró—. No dejes que el camino te destruya.
El contacto fue como una descarga eléctrica. Luo sintió su espíritu renacer, no como una llama solitaria, sino como un incendio compartido, imparable.
Abrió los ojos y se lanzó de nuevo al combate, esta vez con un poder renovado, pero controlado.
El Giro Inesperado
Justo cuando parecía que la batalla podía inclinarse a favor de Luo, un estruendo sacudió la plaza. Desde las sombras surgió una figura encapuchada, un cultivador desconocido pero poderoso, que lanzó una onda de energía que detuvo a ambos combatientes.
—¡Basta! —ordenó con voz fría—. Este no es el lugar ni el momento para destruir la ciudad.
Luo y Han Rui se detuvieron, respirando con dificultad. Mei Ling entrecerró los ojos, reconociendo la energía.
—¿Quién eres? —preguntó Luo, tenso.
La figura levantó la capucha, revelando un rostro marcado por cicatrices y ojos que parecían contener siglos de conocimiento.
—Soy Feng Wu, el guardián del equilibrio —dijo—. Y su guerra ha puesto en peligro el velo que separa nuestro mundo del Caos Absoluto.
Un Nuevo Camino
Feng Wu explicó que la batalla por el Qi no solo afectaba a la ciudad, sino al tejido mismo del universo. Si el equilibrio se rompía, monstruos ancestrales y fuerzas primordiales se liberarían, consumiendo todo.
—El Camino Carmesí del Loto es un poder prohibido porque puede abrir puertas que no deben abrirse —advirtió—. Si continúan por este sendero sin control, desatarán un abismo que ni siquiera los dioses podrán cerrar.
Luo miró a Mei Ling, su mente llena de dudas y nuevas responsabilidades.
—¿Qué debemos hacer? —preguntó.
—Buscar la verdadera fuente del Qi —respondió Feng Wu—. Solo así podrán dominar su destino y proteger el equilibrio. Pero el viaje será peligroso. El enemigo no es solo Han Rui, sino fuerzas que ni siquiera conocen.
El Juramento que Rompió el Tiempo
Mientras Feng Wu hablaba, Luo sintió en su alma una resonancia. Recordó el sello roto, el despertar de su poder carmesí, y comprendió que su destino era más que una simple venganza o supervivencia.
Era un llamado para salvar no solo su mundo, sino todos los mundos posibles.
Con Mei Ling a su lado, y el peso de esa revelación en el pecho, Luo levantó la mano y juró:
—Caminaré ese sendero, no importa cuán oscuro sea. Protegeré a quienes amo, y desvelaré la verdad que está oculta tras la muerte y la vida.
Mei Ling tomó su mano y añadió con voz firme:
—Y yo caminaré contigo. Hasta el fin.
La Preparación para la Nueva Era
El sol ya estaba alto cuando el grupo decidió marcharse. Feng Wu se uniría a ellos, aportando su conocimiento ancestral y su poder.
Luo sabía que la verdadera aventura apenas comenzaba. Que el pasado que había revivido, las cicatrices que llevaba y las decisiones que tomaría, definirían no solo su vida, sino la de todos.
Mientras caminaban por las calles, la ciudad seguía brillando con su luz moderna, ajena a la tormenta oculta que se gestaba. Pero Luo estaba listo.
Porque esta vez, su muerte no fue un final.
Fue el principio.