Capítulo 3: El Bebé que Respira Energía

La casa de los Muheon era tranquila, oculta entre montañas cubiertas de nubes, donde los bambús cantaban con el viento y los estanques reflejaban un cielo siempre limpio.

Era una de las tantas residencias periféricas del Clan Jin, un linaje antiguo y poderoso, pero dividido internamente por jerarquías, prestigio y herencias ocultas.

Muheon era el tercer hijo del quinto hijo del hermano del líder actual.

En otras palabras: nadie esperaba nada de él.

---

Aquella mañana, su madre entró como siempre en la habitación. Tenía en los brazos una pequeña bandeja de frutas espirituales, para cuando el bebé estuviera listo para morder por primera vez.

Pero se detuvo de golpe.

Sus ojos se abrieron lentamente, confundidos al principio.

Luego, asombrados.

—...¿Qué… es esta presión?

Muheon estaba dormido, pero su pequeño pecho se inflaba y desinflaba de forma rítmica. No como un bebé normal.

El aire alrededor de su cuerpo… se movía. Como si fluyera en espiral, girando en torno a él, acariciándolo, respondiendo a su presencia.

—¡Querido! —llamó la madre, casi sin voz, conteniendo el grito—. Ven. Rápido.

Su esposo entró. Él era un cultivador veterano, aunque no destacado. Pero apenas cruzó la puerta, frunció el ceño.

—Eso es… circulación interna —dijo, agachándose.

Se quedó observando. Luego puso dos dedos en la muñeca minúscula de su hijo.

Un segundo. Dos.

Y luego, lo sintió.

Un hilo de energía pasaba lentamente a través de sus meridianos.

Inestable. Pequeño. Pero real.

—...Él está… cultivando.

La madre se llevó una mano a los labios.

—¿Es siquiera posible… a esta edad?

El padre no respondió al instante. Solo lo cargó con cuidado, como si fuera un cristal antiguo.

—No lo sé. Pero esto… esto no puede quedarse aquí.

---

Esa misma tarde, Muheon fue llevado al pabellón interno del clan. Solo los niños prometedores eran llevados ahí, para que los ancianos examinaran su potencial espiritual.

La noticia corrió como fuego.

Un bebé… cultivando.

No faltaron las sonrisas de orgullo. Las alabanzas. Las especulaciones sobre un nuevo genio.

Pero también vinieron las miradas torcidas.

Los susurros entre labios apretados.

Las cejas fruncidas de los ancianos del linaje principal.

Uno de ellos, de barba blanca y mirada afilada, observó al niño en silencio.

No dijo ni una palabra hasta que todos terminaron de aplaudir.

—Éste no es un heredero directo.

—Ni fue marcado por las antiguas escrituras.

—Su clase es débil.

—Su linaje no tiene derecho al trono del clan.

—Y sin embargo… cultiva.

El silencio fue absoluto.

—...¿Deberíamos alegrarnos… o preocuparnos?

Una voz respondió desde la sombra:

—Los fuegos que encienden antes de tiempo…

a veces se apagan antes del amanecer.

Y así, en medio de aplausos y temor, Jin Muheon fue grabado en el Registro Interior del Clan Jin como el bebé cultivador más joven de toda su historia.

Pero en lugar de elevarlo... ese nombre comenzó a despertar algo más.

Expectativas, tensiones… y enemigos silenciosos.