El cielo sobre el Monte Yunxiao estaba cubierto de nubes suaves, como si el propio cielo se preparara para recibir a las semillas del futuro.
Era el día de la apertura del ciclo anual de formación.
Niños desde los tres hasta los diez años eran recibidos entre estandartes celestes, aromas de incienso refinado y cientos de cultivadores alineados como guardianes del destino.
Y entre ellos, envuelto en un manto azul con runas de energía latente, un bebé de menos de un año era llevado en brazos.
---
Jin Muheon no lloraba. No miraba con temor.
Sus ojos… observaban.
La estructura de los pabellones, la energía que fluía entre formaciones, los rostros ocultos detrás de máscaras de cortesía.
Todo.
A su lado caminaba una mujer de cabello oscuro trenzado, ojos grises como acero pulido.
Vestía la túnica negra de los "Custodios Dormidos", una orden silenciosa de guardianes encargados de proteger activos valiosos del mundo marcial.
Su nombre era Qian Rou.
—A partir de hoy… eres mi carga —le susurró, sin esperar respuesta—.
Y si llegas a ser algo más… seré tu espada o tu escudo. Nunca tu jaula.
---
Cuando cruzaron las puertas de la escuela, el rumor se desató como un incendio silencioso.
—¿Ese es…?
—El niño cultivador.
—¿El que tiene una clase de basura?
—“Forjador de Energía”, ¿cierto? Dicen que no tiene ni ataque ni defensa.
—Pero también dicen… que su alma es ancestral.
—¿Y si logra dominar esa clase inútil?
—Un genio es un genio. Incluso con una piedra, podría golpear al cielo.
—¿Y si aprende a crear armas? ¿Artefactos que no entendemos?
—¿Y si su cultivo despierta como un dragón?
---
Qian Rou los llevó hacia la zona más baja de la escuela: el Pabellón de Brotes Silenciosos.
Allí, los niños menores de tres años convivían y eran instruidos en meditación pasiva, control emocional y ejercicios de respiración dirigidos.
Era un lugar seguro… pero también una vitrina.
Todos sabían quién era él.
Algunos niños lo miraban con asombro.
Otros, con confusión.
Y unos pocos… con ojos llenos de preocupación disfrazada.
No por lo que era.
Sino por lo que podía llegar a ser.
---
Esa noche, mientras Qian Rou lo acostaba en una cuna de madera celestial, el niño abrió los ojos y la miró con calma.
Ella no dijo nada, pero en su interior sintió una presión.
Como si esa pequeña mirada le preguntara:
"¿Serás mi aliada… o mi sombra?"
Ella bajó la mirada.
—Seré quien te proteja… incluso si algún día soy la única que puede detenerte.
Y en la oscuridad del pabellón, bajo la luz de una luna cubierta, el sendero de un bebé que ya hacía temblar a adultos, comenzaba su primer paso en el mundo real.