El mundo no había cambiado.
Las paredes seguían siendo de piedra pulida, los árboles aún danzaban con la brisa que bajaba desde el Monte Yunxiao, y las luces nocturnas aún parpadeaban con el soplo de las luciérnagas espirituales.
Pero dentro de Jin Muheon, todo era distinto.
Desde su encuentro con el grupo oculto de transmigrados, su mente se había expandido. Ya no era solo un niño excepcional, ni un prodigio precoz con una clase despreciada. Ahora era parte de un entramado mayor, una red de conciencias cruzadas que traían consigo recuerdos de mundos perdidos y habilidades que aún no encontraban nombre en esta nueva tierra.
Y con ese conocimiento, vino algo más:dirección.
Jin pasaba horas en la biblioteca interior del pabellón, pero ya no solo leía libros del mundo actual. Ahora, a través de copias secretas y textos compartidos por sus nuevos aliados, estudiaba combinaciones imposibles:
Formación espiritual aplicada a estructuras mecánicas.
Runas de resonancia sincronizadas con energía emocional.
Teorías sobre planos dobles de existencia.
Cada noche, creaba. No objetos simples. No baratijas. Sino prototipos conceptuales.
Ese día, después de meditar durante cuatro horas seguidas, se sentó frente a un pedazo de mineral oscuro que había solicitado como parte de una "práctica de fundición básica". A nadie le extrañó. Después de todo, era el Forjador.
Pero lo que hizo fue algo más.
Sobre el mineral, talló tres líneas curvas. Activó su núcleo. Abrió su microcanal conceptual en la palma. Y usó parte de su conciencia estructural para crear una forma.
Lo que emergió fue un fragmento de metal flotante, con tres capas giratorias.
Lo llamó: Ojo del Vínculo.
Un artefacto capaz de grabar las rutas de energía de un entorno y reproducirlas como mapas visuales en la mente del usuario.Era su primer artefacto funcional completo.
Y no se lo mostró a nadie.
En paralelo, el grupo oculto comenzaba a estructurarse.Había un chico mayor llamado Ivan, de origen europeo, que dominaba técnicas de combate híbridas. Una chica mexicana, Camila, que usaba las memorias de su mundo anterior para desarrollar técnicas de veneno combinadas con principios médicos modernos. Y varios más.
Entre ellos, Jin no hablaba mucho. Pero cuando lo hacía, todos escuchaban.
Fue durante una reunión informal cuando Ivan preguntó:
—¿Y tú? ¿Qué esperas de este mundo?
Jin no lo pensó mucho.
—Entenderlo. Moldearlo. Redefinir sus límites.
Un silencio solemne siguió a sus palabras. Porque ninguno de ellos lo dudó.Jin no quería conquistarlo. Qué banalidad.Él quería reescribirlo.
Qian Rou notó los cambios también.
Observaba desde lejos sus ejercicios, su quietud en la meditación, la precisión de su respiración, la forma en que controlaba su Qi como si ya hubiera entrenado durante una década.
Una noche, se acercó a él mientras diseñaba una nueva matriz.
—A veces me pregunto si realmente eres un niño.
Jin ni siquiera levantó la vista.
—Lo soy. Pero no del todo.
Ella sonrió.
—Tienes una sombra en los ojos que no debería estar ahí.
—La sombra llega cuando ves demasiado pronto lo que otros tardan años en comprender.
Qian se sentó a su lado, sin hablar por un largo rato. Luego dejó una caja frente a él.
—Te observan, Jin. Algunos con miedo. Otros con esperanza. Y unos pocos... con codicia.
Dentro de la caja, había una pieza de jade negro con inscripciones desconocidas.
—Este es el primer paso a una sección prohibida de la biblioteca marcial. Usa el conocimiento con cautela. Lo que descubras allí podría ayudarte... o condenarte.
Jin tomó el jade.
—Lo descubriré igual.
Qian Rou asintió. Y por primera vez, se permitió pensar en algo que nunca había querido:
Este niño... podría ser algo más que una anomalía.Podría ser el catalizador.