La misión estaba en marcha.
La zona designada era conocida como La Garganta del Eco Roto, un valle profundo entre dos cordilleras infestadas de bestias y antiguas fortalezas tomadas por bandidos errantes y criaturas semi inteligentes, muchas de ellas pertenecientes a la raza Bestia Humanoide.
Los alumnos avanzaban en formación bajo el mando de Instructor Wei.
Pero en realidad, los que dirigían… eran ellos mismos.
Y al frente, Jin Muheon.
—Formación en cruz de dispersión —dijo Jin con voz baja—. Dos sensores en flanco izquierdo. Uno adelante.
Los alumnos de tercer ciclo obedecían sin discusión.
La diferencia de presencia entre Jin y ellos era tan clara como el filo de sus dagas.
Mientras otros apenas notaban la presión espiritual del ambiente, Jin la medía, la redibujaba, la dominaba.
En cuestión de horas, colocó tres trampas de absorción, una mina de compresión y una formación de niebla estática.
Todo con recursos tomados del entorno.
Cada paso era parte de su mapa.
Cada decisión, parte de su construcción.
Fue durante el segundo avance que sucedió algo inesperado.
Uno de los alumnos de tercer año, Kaien, cayó en una grieta con energía viva.
Dentro encontró una reliquia dormida, un anillo con un núcleo de espíritu vinculado.
Clase: Asesino Rítmico – Despertar Parcial Activo
Sincronización de energía aumentada en 23%.
Alineación de alma estabilizada.
Al ver esto, otros comenzaron a buscar con más avidez.
El campo estaba vivo. Las recompensas eran reales.
Jin solo observaba.
No buscaba reliquias.
Él buscaba patrones.
Y los encontró.
Cerca de la medianoche, llegaron al bastión enemigo.
Una fortaleza de piedra rota con torres naturales y presencia espiritual violenta.
Los escaneos hechos por Jin revelaron múltiples nodos activos.
Al menos 25 enemigos armados.
—No todos son humanos —dijo Jin—. Hay uno… que no pertenece a ninguna raza común.
Instructor Wei entrecerró los ojos.
—¿Lo enfrentaremos juntos?
Jin miró hacia la cumbre de la estructura.
Sintió el pulso. La amenaza. La fuerza.
—Déjame a mí.
Wei dudó.
—Ese enemigo está por encima de tu nivel.
Jin giró la cabeza, con una pequeña sonrisa.
—Entonces me divertiré más.
La batalla estalló como una tormenta planificada.
Los alumnos usaban formaciones diseñadas por Jin, cada paso protegido por trampas y refuerzos estructurales.
Era un campo de batalla orquestado.
Un tablero donde Jin era el arquitecto.
Pero en lo alto de la torre…
esperaba él.
Un bestia humanoide, de tres metros, piel gris con runas tribales ardiendo.
Su arma: un hacha hecha de hueso y hierro vivo.
Cuando Jin llegó, el enemigo rugió.
—Pequeño… monstruo de piel fina.
Jin respiró.
Activó su armadura.
Desenvainó sus dagas.
Y saltó.
La batalla fue brutal.
Jin no podía igualar la fuerza bruta.
Pero no lo necesitaba.
Cada golpe esquivado, cada rebote, cada giro… formaban una secuencia.
Un patrón.
Un camino oculto entre la muerte.
Con precisión quirúrgica, Jin cortó tendones, perforó articulaciones y desvió ataques con geometría corporal.
Finalmente, con ambas dagas incrustadas en los puntos exactos…
activó su núcleo.
“Técnica: Colapso Simbiótico de Estructura Interna”
El cuerpo del enemigo se desmoronó por dentro.
Cayó de rodillas.
Jin caminó frente a él.
Lo miró sin emoción.
Y dijo:
—Gracias por tu cuerpo.
Cuando terminó la pelea, Jin se sentó frente al cadáver aún tibio.
—¿Y si lo usara? —pensó—.
¿Y si tomara lo que queda… su alma rota… su arma…
y forjara algo nuevo?
Un sirviente.
Una herramienta.
Un soldado.
“No necesito un ejército.
Puedo construir el mío.”
Instructor Wei llegó y vio el cadáver.
Y a Jin, observándolo con una mirada que no era de un niño.
—Eres un monstruo —dijo.
Jin no lo negó.
—Pero me alegra que estés con nosotros —añadió Wei, tras un silencio.
Jin bajó la vista.
—Por ahora.
Al final del bastión, entre las jaulas ocultas, encontraron a la prisionera.
Una joven de cabello blanco, piel pálida y ojos violáceos.
Estaba dormida… pero viva.
Atada por una energía que no era de este mundo.
Cuando Jin la miró, sintió algo moverse dentro de su núcleo.
No una amenaza.
No una reacción de batalla.
Algo más antiguo.
Más profundo.
Una resonancia.
¿Quién eres?, pensó Jin mientras se acercaba a ella.
Y por primera vez, en mucho tiempo…
no tenía respuesta.