Capítulo 25: La Forja de Carne y Hierro

El campo de batalla estaba en silencio.

La sangre aún era reciente, cálida sobre las piedras del bastión.

El cuerpo del bestia humanoide yacía inerte frente a Jin, sus runas apagadas, su alma deshilachándose en el aire espiritual.

Pero no del todo extinta.

Jin se agachó. Colocó ambas manos sobre el pecho de la criatura.

Cerró los ojos.

Y activó su clase.

“Subproceso de clase desbloqueado: Arte de la Forja Orgánica.”

“Condición cumplida: Enemigo derrotado con daño estructural preciso.”

“Opción disponible: Reutilización espiritual.”

Una pantalla etérea se abrió frente a él, solo visible para su conciencia.

¿Convertir cuerpo y alma fragmentada en una entidad vinculada?

Material necesario: Aprobación del cultivador.

Costo espiritual: Moderado.

Advertencia: Este acto no está contemplado en las prácticas estándar del Monte Yunxiao.

Jin sonrió.

—No me importa.

Colocó cristales de resonancia en los puntos clave del cuerpo:

columna, corazón, cráneo.

Luego trazó símbolos con su propia sangre, mezclada con la del enemigo.

A cada trazo, su aura cambiaba.

De arquitecto… a herrero de los muertos.

La energía espiritual se agitó.

Una luz negra y azul emergió del cadáver.

La carne se endureció.

Los músculos se reensamblaron.

Los ojos brillaron, no con consciencia, sino con obediencia absoluta.

Y entonces, habló por primera vez.

Una voz hueca, metálica:

—...Amo.

En ese momento, Instructor Wei apareció tras él.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —espetó con el rostro pálido—.

¡Esa clase de ritual... eso no es lo que enseña esta academia!

Jin no se inmutó.

—No lo es.

Wei avanzó dos pasos, mirando al sirviente resucitado.

—Tu clase tiene un potencial increíble.

Puede construir, puede salvar, puede dar orden al caos.

Levantó el dedo y apuntó con fuerza.

—Y tú eliges convertirla en una sombra.

Una aberración.

Jin se puso de pie, aún cubierto de sangre.

—Tienes razón.

Sus ojos brillaban con calma, no con culpa.

—Mi clase puede traer luz.

Y lo hará.

Caminó hasta su sirviente, lo tocó en el pecho y el ser se arrodilló.

—Pero no ahora.

Ahora mismo… necesito crecer.

Necesito sobrevivir.

Y si eso requiere que yo cree monstruos… lo haré.

Wei bajó la mirada por un momento.

—Tu clase... puede ser la esperanza de este mundo, Jin.

—Y lo será —dijo él, girando hacia la salida del bastión.

—Pero para llegar a la cima…

caminaré con sombras.

Esa noche, mientras el grupo descansaba en una cueva cercana, Jin no durmió.

El sirviente se quedó de pie, inmóvil, vigilando.

Y Jin, escribiendo en su libreta espiritual, anotó:

“Primera forja: éxito.”

Tipo: bestia humanoide.

Estado: vinculación parcial.

Requiere núcleo estable para mayor eficiencia.”

Cerró el cuaderno.

Y por un momento, su rostro volvió a mostrar esa sonrisa torcida.

La sonrisa del que construye con todo lo que el mundo le da…

vivo o muerto.