Capítulo 28: Bajo la Misma Estrella, en Caminos Distintos

El camino de vuelta al Monte Yunxiao fue largo… pero tranquilo.

Durante tres días atravesaron montañas, cruzaron ríos y durmieron bajo cielos abiertos.

Y en todo ese tiempo, Jin Muheon y Seiren no se separaron.

No por deber.

Ni por órdenes.

Simplemente… porque no querían.

Caminaron lado a lado, a veces sin hablar, otras veces riendo por cosas que ni ellos mismos entendían.

—¿Si pudieras tener cualquier clase del mundo, cuál elegirías? —preguntó Seiren mientras recogía una flor pequeña del suelo.

—Ya tengo la mía. Es suficiente.

—¡Eso no vale! Es como decir que ya ganaste antes de jugar.

Jin sonrió.

—Está bien… elegiría una clase que pudiera construir sueños.

Seiren lo miró sorprendida.

—¿Eso existe?

—No.

Pero tal vez algún día... yo la cree.

Ella bajó la mirada, sonriendo tímidamente.

—Entonces yo sería la que recolecta esos sueños para que no se pierdan.

Por la noche, mientras acampaban, ella apoyó la cabeza en su hombro.

—¿Tú también sientes que nunca vas a tener una vida normal?

Jin miró el fuego.

—Sí.

Pero mientras tú estés cerca...

parece un poco más posible.

Cuando finalmente cruzaron la gran formación de entrada al Monte Yunxiao, todos los alumnos fueron separados para reportes, chequeos espirituales y descanso.

Menos ellos dos.

Una comitiva vestida con túnicas imperiales esperaba.

Frente a ella, el rostro del Maestro de Logística del Monte, pálido como la piedra.

Cuando Seiren bajó del transporte, todos se inclinaron.

—¡Hija del Clan Tian, bienvenida de regreso!

Jin giró el rostro lentamente.

—¿Hija… de qué?

Seiren lo miró con una mezcla de culpa y ternura.

—Mi nombre completo es Tian Seiren.

Hija del jefe del Clan Tian del Cielo Blanco

uno de los clanes imperiales fundadores del equilibrio de este continente.

Jin sintió cómo la energía a su alrededor se comprimía.

No por amenaza.

Por jerarquía.

Por política.

Por realidad.

Mientras tanto, en un salón privado, los ancianos del Monte Yunxiao discutían en voz baja.

—¿Sabían que ella estaba aquí?

—Fue secuestrada hace meses.

Su presencia estaba oculta por completo.

Y el responsable de protegerla…

Todos miraron al Maestro de Logística, sudando frío.

—…fue quien recomendó la misión.

Creyó que si se descubría su falla, sería ejecutado por el Clan Tian.

El Anciano Su respiró profundo.

—Y ahora… el chico que todos temen como un monstruo…

la salvó.

En otra sala, Jin y Seiren se miraban en silencio.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó él.

—Porque quería que me hablaras… como persona.

No como princesa.

—¿Y ahora qué eres?

Ella se acercó, sin miedo.

—Soy Seiren.

Y tú eres Jin.

Y nada de lo que pase allá afuera… cambia eso.

Pero en el fondo de su núcleo, Jin sintió algo quebrarse.

No era dolor.

Ni rabia.

Era duda.

Por primera vez en su vida… deseó que el mundo no existiera.

Solo para poder seguir caminando junto a ella… sin necesidad de elegir entre la luz y la oscuridad.