El salón de entrenamiento del Clan Muheon no era como los del Monte Yunxiao.
Aquí no había piedras ornamentales ni jardines flotantes.
Solo metal.
Solo presión.
Solo verdad.
Jin se paró frente a un altar rúnico.
Su padre se encontraba junto a él, con un tomo sellado en cristal.
—La primera técnica —dijo— se llama Martillo de la Realidad.
Abrió el cristal. Las runas salieron como humo.
—No es un arma.
Es un principio.
Una extensión de tu clase como Forjador.
Colocó el tomo frente a Jin.
—Esta técnica fue creada para fortalecer el “peso” espiritual de los objetos.
Con ella, puedes fabricar cosas que no solo existen…
sino que afectan la realidad de manera absoluta.
Jin alzó la vista.
—¿Cómo?
—Cada creación tuya tendrá densidad espiritual.
Voluntad.
Presión.
—¿Y por qué es tan importante?
Su padre cruzó los brazos.
—Porque si tu intención es forjar soldados…
más te vale que la realidad los acepte.
El entrenamiento comenzó.
La primera semana fue teoría pura:
Cómo canalizar energía desde el núcleo hacia un “golpe forjador” interno.
Cómo hacer que el martillo espiritual exista sin manifestación física.
Cómo aplastar las mentiras del mundo hasta que lo falso se doblegue ante lo creado.
La segunda semana, Jin comenzó a crear artefactos simples:
Placas flotantes.Dagas de aire endurecido.Engranajes sensibles al Qi.
Todas fallaban.
—No tienen peso —gruñía su padre—.
Son formas vacías.
No sirven.
Jin no se rindió.
—Entonces haremos otra.
Y otra.
Y otra.
Durante 13 días seguidos.
Hasta que en el día 14… algo cambió.
Jin cerró los ojos.
Extendió la mano.
—“Yo soy la fragua.
El mundo es el yunque.
La idea… es el golpe.”*
“Técnica: Martillo de la Realidad – Nivel 1 activado.”
Un círculo de energía descendió sobre el suelo.
Del aire, nació una pieza de armadura parcial.
Solo un hombro.
Pero su energía era densa. Su aura… real.
Cuando Qian Rou se acercó a tocarla, retrocedió al instante.
—¡Pesa como si cargara diez años de batalla!
Su padre sonrió.
—Ahora sí.
Jin cayó de rodillas, exhausto.
Sudor. Sangre. Mareo.
Pero sonreía.
Porque por fin… había forjado algo que existía más allá de él.
—
—Una técnica dominada —dijo su padre.
—Faltan tres —jadeó Jin.
—Y luego, el abismo.