Odio la traición de mi cuerpo.
De pie bajo el chorro caliente de la ducha, froté mi piel casi hasta dejarla en carne viva, tratando de borrar la sensación persistente del tacto de Ronan. No importaba cuánto lo intentara, mi cuerpo recordaba—sus manos deslizándose por mi piel desnuda, sus labios en mi cuello, el peso de él presionándome contra la colchoneta de entrenamiento.
Y Kaelen... la forma en que me había mirado ayer, como si quisiera consumirme por completo.
—Basta —me siseé a mí misma, girando el agua a fría. La conmoción me ayudó a aclarar mi mente.
Estos hombres me habían atormentado durante años. Me habían humillado, culpado por cosas que nunca hice. Necesitaba recordar el dolor, no estos momentos de... lo que fuera que esto fuese.
Un golpe en la puerta del baño me sobresaltó.
—¿Señorita Seraphina? —llamó Lyra—. Disculpe que la moleste, pero ha estado ahí dentro casi una hora.
¿Había pasado tanto tiempo? Cerré el agua y me envolví en una toalla.