"""
El corazón de Sorayah latía como un tambor de guerra en su pecho. Intentó empujar a Dimitri, pero él era demasiado pesado, demasiado fuerte. Su sonrisa burlona se profundizó, transformándose en algo oscuro y triunfante, sus ojos verde esmeralda brillando con una inquietante excitación.
—Estás... estás loco —escupió ella, forzando firmeza en su voz aunque su pulso se aceleraba por el miedo.
Dimitri se rio entre dientes, su aliento caliente contra su piel, enviando un estremecimiento involuntario por su columna.
—Tal vez —murmuró, sus labios rozando el contorno de su oreja, su voz impregnada de algo peligrosamente juguetón—. Pero vas a descubrir cuán loco puedo llegar a ser.
Sus manos vagaron más abajo, dedos ásperos rozando la tela de su falda. Con un movimiento lento y deliberado, la empujó hacia arriba, exponiendo su piel clara al fresco aire matutino.
El pánico surgió dentro de ella. No. Se negaba a permitir que esto sucediera. No así. No con él.