Los dedos de Sorayah se movían rápidamente mientras se cambiaba al atuendo de bailarina, su respiración constante a pesar del torbellino de emociones dentro de ella. La falda y el top rojos le quedaban perfectamente, amoldándose a su esbelta figura como si hubieran sido hechos para ella. Una oleada de confianza recorrió sus venas mientras ataba el fajín dorado alrededor de su cintura, su tela brillante contrastaba con la agitación bajo su exterior tranquilo.
Las otras bailarinas la observaban con una mezcla de curiosidad y aprensión, sus ojos evaluando cada uno de sus movimientos. Algunas susurraban entre ellas, claramente preguntándose sobre su repentina aparición y si lo que están haciendo es correcto.
Por fin, una de ellas habló, rompiendo el silencio.
—¿Cómo te llamas? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza—. Y tú... ¿quizás trabajas para el palacio?
Sorayah dudó solo un segundo antes de responder.