—Si sigues así, podría prepararte yo mismo. Aquí mismo, ahora mismo. Pero la pregunta es, ¿serás capaz de soportar todo eso?
El mundo de Sorayah se hizo añicos.
Su pecho subía y bajaba en respiraciones rápidas y superficiales. Su visión nadaba, y su corazón latía con fuerza, amenazando con romper sus costillas. Se sentía enjaulada, indefensa.
El fuerte grito de la joven aún se podía escuchar en el fondo, así como el llanto sonoro de las otras esclavas sexuales.
Dimitri la observó durante un largo y angustioso momento, su penetrante mirada absorbiendo cada destello de emoción que cruzaba su rostro. Luego, sin previo aviso, la empujó hacia atrás hasta su regazo con una fuerza lo suficientemente fuerte como para recordarle quién tenía el poder.
—Si no quieres pasar por todo esto aquí mismo, frente a estos guardias hombres lobo, entonces siéntate y disfruta del espectáculo —su voz goteaba diversión, con una sonrisa plasmada en su rostro.
Un grito desgarrador atravesó el gran salón.