Podría Prepararte Yo Mismo.

Ego inclinó la cabeza en señal de sumisión.

—Como desee, Su Alteza. Traeré a las nuevas esclavas inmediatamente.

El corazón de Sorayah latía con fuerza mientras observaba a Ego dirigirse hacia una de las jaulas con barrotes de hierro llena de mujeres temblorosas. El fuerte sonido del candado al romperse le provocó un sobresalto, un peso terrible asentándose en su pecho.

Dimitri volvió su atención hacia ella, ampliando su sonrisa burlona. Sus ojos esmeralda brillaban con algo frío, algo calculado, algo inhumano.

—Verás, Sorayah —murmuró, con una voz suave como la seda pero goteando malicia—, en este mundo, los esclavos no son más que propiedad. Y la propiedad puede ser moldeada, formada y entrenada para obedecer.