Ella no había estado esperando esto.
Pero quizás... quizás podría jugar inteligentemente.
Lupien nunca había conocido su verdadera identidad. Cada vez que se había escabullido del palacio, lo había hecho oculta bajo la apariencia de una plebeya. Él creía que ella era solo otra cara entre las masas, una ciudadana común, no alguien atada por sangre real.
Esa parte, al menos, era manejable.
Podría negarlo todo. Negar que era Sorayah. En verdad, Lupien nunca la había conocido por ese nombre. Ella siempre había usado uno diferente en su presencia. Si se mantenía tranquila, aún podría mantener el control.
Una voz suave desde más allá de las pesadas puertas de roble la sobresaltó, sacándola de sus pensamientos.
—Buenos días, Lady Sorayah.
Parpadeó, momentáneamente aturdida.
¿Lady? ¿Desde cuándo le habían otorgado un título?