Capítulo 4: La canción interrumpida

Lucía llegó como siempre, auriculares puestos, una bolsa de pan en la mano y ese brillo en los ojos que Iván siempre notaba… aunque intentara disimular.

—¿Y la canción? —le preguntó él, cruzado de brazos detrás de la caja vacía, como si la espera no le hubiera costado nada.

Ella sonrió, se acercó y le tendió uno de los auriculares.

—Es vieja, pero linda. Y tiene algo tuyo, no sé.

Iván se lo colocó. La música empezó suave, con una guitarra lenta, casi tímida.

Los dos se quedaron en silencio. Escuchaban, pero también se escuchaban a sí mismos.

El aire entre ellos era tan delicado como el punteo de la canción.

Lucía bajó la mirada.

Iván la miró.

Y por un momento… pareció que todo se detenía.

Iban a decir algo.

Lo que sea.

Algo que estaba naciendo.

Pero entonces…

—Iván. Oficina, urgente —gritó el supervisor desde el fondo.

Se sacaron los auriculares al mismo tiempo. La canción siguió en pausa.

Lucía guardó el celular, bajando los ojos.

—Después me contás qué te pareció —dijo.

Iván solo asintió. Caminó hacia la oficina con el pecho apretado.

Otra interrupción. Otro casi.

El supervisor no tenía buenas noticias.

—Me confirmaron que no hay reubicación para vos, Iván.

Podés quedarte hasta el último día. Después… bueno, veremos.

Iván salió de la oficina en silencio. No volvió a la caja.

Salió por la puerta trasera, caminó sin rumbo entre las calles de Turín, la ciudad que empezaba a sentirse demasiado grande sin ella.

Cuando volvió a casa, la canción aún le rondaba en la cabeza.

Y el silencio de Lucía, también.