Iván pensó que el tiempo iba a borrar.
Pero el tiempo, cuando uno no se cura, lo único que hace… es repetir.
La librería tenía una radio vieja.
Sonaba bajito, como si no quisiera molestar.
Pero esa tarde, entre libros y hojas mal dobladas, sonó esa canción.
La canción.
“No sé qué harás mañana… pero hoy me encontraste.”
Lucía.
Su voz, su risa, su manera de decir “ya vengo” y tardar 20 minutos en volver.
Todo apareció.
Como si los recuerdos se hubieran organizado en una playlist maldita.
Y ese era el loop eterno.
—¿Te pasa algo? —le preguntó Martina, la dueña de la librería.
Iván solo apretó los labios y negó con la cabeza.
¿Cómo se explica el dolor que no tiene forma?
Esa noche, en su cuarto, abrió una caja.
No tenía muchas cosas:
Una entrada de cine,
Un papel con un “no te olvides de mí” dibujado,
Y una playlist escrita a mano con el título: “Para cuando estés triste (o me extrañes)”.
La había hecho Lucía.
Y nunca se la dio.
Él no lo sabía, pero ella sí.
Ella sabía que él la iba a encontrar… algún día.
Cuando ya no estuviera.
Iván puso los auriculares.
Le dio play.
Y lloró como si recién la hubiera perdido.