Capítulo 5: Volver no era oferta

El tren avanzaba, y con él los pensamientos de Iván.

Cada estación era una posibilidad de bajarse.

Pero no lo hizo.

Tenía el archivo de Lucía guardado en su celular.

Ya lo había escuchado más de diez veces.

No respondía.

Solo… volvía.

Lucía no lo esperaba.

No había más señales después de aquella grabación.

Solo silencio.

Cuando Iván llegó a Roma, lo primero que notó fue el aire.

No era el mismo que en Turín.

O tal vez, él ya no era el mismo.

Preguntó por ella en la tienda de discos.

Nada.

Caminó sin rumbo hasta que, sin querer, la vio desde lejos.

Estaba sentada en una plaza, con los ojos cerrados, auriculares puestos.

Era ella.

Como siempre.

No la llamó.

No la interrumpió.

Solo se sentó en un banco cercano. Esperó.

Pasaron diez minutos.

Veinte.

Treinta.

Hasta que ella lo sintió.

Se quitó los auriculares.

Giró lentamente.

Sus ojos se encontraron.

No había sorpresa.

Solo esa mezcla de miedo, alivio y amor no dicho.

—¿Qué hacés acá? —preguntó ella, sin enojo, sin sonrisa.

—Escuché lo que me mandaste. Y no podía quedarme sin decir nada.

Lucía respiró profundo.

Parecía tener mil respuestas… pero eligió una sola:

—¿Y qué vas a decir?

Iván se levantó y caminó hacia ella.

Se agachó para estar a su altura.

—Que volver no era parte del plan…

Pero tampoco lo nuestro lo fue.

Y sin embargo, pasó.

Ella no lloró.

Él no tembló.

Estaban en paz, al menos por ese instante.

Lucía hizo espacio en el banco.

Iván se sentó.

No se abrazaron.

No se besaron.

No dijeron “te extraño”.

Solo volvieron a escuchar música.

Juntos.

Y a veces, eso es más que suficiente.