Capítulo 6: Esta vez: Crédito y débito

El verano comenzaba a decir adiós.

Las calles de Roma ardían menos, y el cielo empezaba a vestirse de fuego.

Lucía e Iván caminaban sin apuro, como si el tiempo les debiera algo.

Habían pasado semanas desde aquel reencuentro en la plaza.

No dijeron “volvamos”.

No firmaron ningún contrato emocional.

Solo decidieron no soltarse más.

Una tarde, Lucía lo miró mientras compartían helado en una esquina del Trastevere y dijo:

—Quiero ver el mar.

Iván no preguntó por qué.

Solo asintió.

Y la llevó.

No dijeron mucho en el viaje.

La música hablaba por ellos.

Canciones que antes los separaban, ahora los unían.

Cuando llegaron a la costa, el sol ya empezaba a bajar.

El mar, sereno, les ofrecía su calma.

Caminaron por la arena, sin zapatos, sin planes.

Lucía lo miró.

—¿Te acordás cuando me preguntaste si quería pagar con crédito o débito?

Iván rió.

—Sí. Y vos te reíste como si fuera una pregunta estúpida.

—Lo era —respondió ella con una sonrisa—. Pero de todas formas… yo ya te había elegido.

Se sentaron juntos frente al mar.

El sol bajaba lento, como si supiera que tenía que quedarse un rato más.

Lucía apoyó la cabeza en su hombro.

Iván respiró hondo.

La miró.

Le tomó la mano.

—Yo no sé cómo se ama sin errores.

No sé si lo que hicimos fue perfecto, o si fuimos un caos.

Pero lo que sí sé…

Se detuvo.

Ella levantó la mirada, esperando.

—…es que te amo.

Y siempre te amaré.

Con intereses, sin devolución… y sin cuotas pendientes.

Lucía cerró los ojos.

Una lágrima cayó, suave.

Y lo besó.

No como un cierre.

Sino como un comienzo.

El mar los abrazó con su brisa.

Y el atardecer, testigo de esa promesa silenciosa, los envolvió en luz dorada.

Porque algunas historias no terminan.

Solo aprenden a quedarse.