2 Día de colegio

Era un nuevo día por vivir, Adam se despertó con el mejor ánimo del cual pudo tener acopio, presentía que ese día sería diferente, una especie de ingenuo optimismo se hacía parte de su sentir.

No todos los días podían ser tan malos, o al menos ese era el pensamiento que se arraigaba en su mente en ese inicio de día.

Corrió entonces las cortinas de su ventana y miró que una pequeña brisa de nieve se precipitaba sobre el vecindario a pesar de no ser invierno, dibujó entonces una sonrisa en su rostro.

Adam había amado la nieve desde que este era un niño pequeño, le parecía fascinante la forma en que los copos de nieve caían balanceándose al compás del viento y fascinaba más aún el saber que cada copo de nieve tenía una estructura diferente una de otra y por lo tanto era imposible que existiesen dos iguales.

Aquellas memorias de su infancia no tardaron en abordar sus pensamientos y añoró en su alma cada día de su vida de antaño, cuando no había de que preocuparse pues la vida era una caja con cubos de lego donde todo era imaginación y juegos sin fin.

Tomó las medicinas de sobre su buró al sentir un latido de su corazón que le resultaba extrañ suo después de mirar con entusiasmo la nieve caer, así que tomó una píldora, era un hábito que tenía desde hacía varios meses pero sentía un apego poco sano hacia aquel medicamento que le facilitaba en cierta medida la vida.

Estiró los brazos hacía el cielo lo más que pudo y lanzó un bostezo al viento para quitar la pereza, luego se decidió a bajar a tomar el desayuno antes de partir a su colegio.

Una canción celta sonaba en el viejo reproductor de música de su padre que estaba en la sala de estar donde su padre pasaba la mayor parte del tiempo estudiando la Biblia y escribiendo su discurso para el día de iglesia en sábado.

Ese día hizo algo no muy habitual, su bicicleta se encontraba rota y decidió tomar el autobús que pasaba a un lado de su casa, puso la capucha de su sudadera sobre la cabeza y subió al autobús luego de esperar por un par de minutos en que la nieve comenzaba a cristalizarse sobre sus hombros. Sacudió con sus manos sus hombros y ropa justo antes de subir al transporte y tomó el lugar disponible que había tres asientos detrás del primer lugar del lado de la ventanilla detrás del conductor. Los jóvenes estudiantes lo miraban extrañados pues era habitual verle llegar al colegio en su bicicleta.

Adam tomó su lugar y estiró los pies hasta llevarlos por debajo del asiento que había delante de él donde había un par de jovencitas conversando.

El autobús se puso en marcha. Era una rutina, casi una tradición que los estudiantes conversaran todos a la vez en el trayecto convirtiendo el inhóspito silencio en un murmullo constante que a los oídos de Adam se percibía como el sonido de mil trompetas desafinadas similares al estridente sonar de los claxons de los automóviles.

El joven intentó acallar los ruidos que retumbaban en su cabeza pero le fue imposible, hubiera deseado en ese momento llevar consigo sus auriculares y escuchar musica de su gusto a todo el volumen necesario para eliminar el ruido del exterior.

Tan solo se limitó a mirar por la ventana e imaginar escenarios fascinantes pero a lo lejos aquella estación de tren abandonada lo volvió a la realidad de la cual había sido presa el día anterior, despertó así de su estado de sopor y un miedo repentino de hizo presente sin llegar por completo, aspiró hondo y se armó de valor para enfrentar un día más en el mundo real.

Para liberar su mente de los pensamientos intrusivos decidió mirar por la ventanilla aquellos hermosos paisajes que dibujaba en ese comienzo del día: las casas con sus hermosas arquitecturas con techos en forma de pico por un lado y por el otro lado desde dónde él iba sentado unos hermosos campos con un verdor casi luminoso adornados por bellas flores moradas que daban al paisaje un aire paradisíaco que daba la impresión de estar todo bien al ver esos bellos colores y oler sus delicados aromas que le llevaban por un viaje onírico al nirvana.

Adam mantenía sus manos con los dedos entrelazados apoyados sobre su regazo, las miraba constantemente para ver si podía percibir ese leve temblequeo que solía estar con regularidad pero este se negaba a aparecer así que aspiró hondo aliviado y miró a la chica al lado suyo y ésta a su vez le lanzó una linda sonrisa que adornó su rostro femenino haciéndolo ver aún más hermoso. Adam la conocía, su nombre era Olivia, una hermosa jovencita de cabello rubio cortado hasta los hombros y un hermoso color de ojos turquesa y labios rosados. El jóven no supo cómo responder a su saludo, normalmente era un chico solitario al que nadie hablaba a excepción de algunos muchachos que solo lo hacían para molestar. Adam devolvió la sonrisa a aquella muchacha y luego volvió su vista de nuevo a la ventanilla.

Llegó por fin al colegio y bajó del autobús junto con varios estudiantes más mezclándose así con ellos. Aquellos muchachos que lo habían seguido la tarde pasada lo habían visto bajar del transporte esperando verlo llegar como habitualmente lo hacía: en su bicicleta.

Entró entonces por la puerta abierta del colegio cuyas instalaciones constaban en tres pisos de altura, y rodeado por las grandes paredes con ventanas un amplio patio con árboles hermosos, bancas y flores de todo tipo, dicho jardín servía como descanso para los jóvenes en hora de recreo. Entró entonces por la puerta de entrada a las instalaciones escolares.

Se dirigió con una actitud seria, los demás jóvenes solían mirarlo como si él fuera alguien raro: corría el rumor por los salones de que el hermano de Adam estaba saliendo con la novia de uno de los chicos populares del colegio, siendo este el sobrino del profesor que impartía la clase de inglés y este a su vez era parte del equipo de fútbol de la escuela.

Adam sabía que el problema no era con él, pero al ser este hermano de Alek sabía que al no poder hacer nada al respecto se meterían con él, eso era precisamente lo que venía sucediendo desde hacía algunas semanas atrás.

Adam caminaba a su salón que estaba a la orilla del pasillo del primer piso, algunos jóvenes estaban ya en sus aulas y otros conversaban con sus amigos y compañeros, otros tantos caminaban a sus salones y hacían al tonto con actitudes típicas de esa edad. De pronto sintió una breve presión el el pecho que le impidió respirar por unos momentos, miraba a su alrededor pasar a los demás estudiantes y esa sensación de ahogo se hacía más fuerte, empezó a caminar más lento para calmar su ansiedad, un vértigo comenzaba a nacer nublándole la vista por un momento, alzó los hombros y aspiró hondo para luego seguir caminando.

—¿Listo para un nuevo día, Adam?—

Mencionó una mujer que caminaba pronta al lado suyo, este la miró y se percató de que era la maestra Aurora, la profesora de biología. Adam intentó parecer lo más calmado posible dispuesto a responder a la mujer pero solo se limitó a asentir con la cabeza.

—¿ Todo bien? ¿Cómo vas con lo de tu ansiedad?— Insistió esta al no obtener respuesta del joven.

— ¡Bien!—

Respondió Adam intentando no mostrarse demasiado nervioso pues hablar de esos temas le incomodaba.

—A veces es difícil pero estoy bien. Y sigo tomando el medicamento.—

—Me da gusto, espero te mejores pronto—

—¡Gracias!— Respondió este y se dirigieron juntos hasta el último salón del pasillo a dónde ambos debían llegar.

Entró la profesora y después de ella Adam quien tomó inmediatamente su asiento en la primera fila y la última banca, sus compañeros que ya estaban allí lo miraban sin disimular que hablaban de él y reían, Adam solo se limitaba a bajar la mirada y a susurrar palabras que repetía como un mantra.

—¡Ignoralos! ¡Todo está bien!— decía una y otra vez tratando de controlar sus impulsos.

De pronto una especie de aturdimiento le vino por sorpresa, era como estar debajo del agua, el ruido y los sonidos se escuchaban opacos y lejanos, un distanciamiento de su pensamiento se tornó una disociación que lo confundía, eran los efectos de aquel medicamento que tomaba cada noche antes de dormir y que esa mañana había tomado porque la noche anterior había olvidado hacerlo sin pensar que durante el día sentiría ese efecto adormecedor del Valium.

—¡Adam! ¡Adam!— Escuchó de pronto la voz de la maestra que lo llamaba haciendo un efecto como si estuviera dentro del agua. Miró al rededor y vió como todos se reían de él, quien estaba mentalmente distante del mundo que lo rodeaba.

—¿Si?—

Mencionó al volver al obligarse a estar consiente del exterior.

—¿Puedes decirme cuales con las células eucariotas? Necesito que estén más atentos ¡ por favor!—

—¡Perdon! Estaba distraído—

Se disculpó este mirando al rededor.

—¡Siempre estás distraído!— Mencionó uno de sus compañeros. Todos comenzaron a reir mientras Adam se ponía de pié para responder a la pregunta formulada por la maestra tratando de ignorar las burlas de sus compañeros.

—Emmm—

Titubeó.

— Las células eucariotas son células con un núcleo definido y delimitado por una membrana nuclear. Dentro de ella es donde se encuentra el material genético de la célula, o sea el ADN, que está distribuido en cromosomas y unido a proteínas.

En el caso de las plantas, hongos y protistas pluricelulares tienen una pared celular.

También tienen un citoesqueleto formado por microtúbulos y filamentos proteicos—

Adam era uno de los mejores estudiantes de biología, pues era la materia que más le gustaba y en la que sobresalía de todas las demás. La maestra le sugirió sentarse felicitándolo por haber respondido correctamente mientras sus compañeros lo abucheaban mientras otros le aplaudían y le animaban, ésto le provocó un sonrojo que sintió grato, le gustaba sentirse aceptado de vez en cuando.

Al lado de él, en la fila de enmedio su compañero de hombre Bram le lanzó una mirada sonriente mostrando su pulgar hacia arriba de su mano izquierda. Adam entendió que fue una muestra de apoyo y devolvió la sonrisa.

Aquel joven muchacho de complexión morena , ojos enormes y cabello rizado, alto y delgado era de los pocos compañeros de clase con los que Adam podía conversar y convivir sin sentirse incómodo, era un chico agradable que siempre tenía algo que decir, motivo por el cuál hablaba y hablaba sin parar, siempre contando sus historias y vivencias, esto divertía a Adam pues las anécdotas de Bram eran extravagantes y en cierta parte divertidas.

El hermano de Adam, Alek solía pasar los recesos con sus amistades más allegadas con quienes compartía las mismas aficiones y formas de divertirse.

Ese día sábado se llevaría acabo la festejación del día del rey Guillermo Alejandro y los jóvenes mostraban una ansia energética porque llegase ese día siendo uno de los más esperados del año por los jóvenes .

Un día en el que podrían gozar de su ilimitada libertad, beber, bailar, cantar, reir y un sinfín de excesos aunque el festejo no sea merito del libertinaje.

Adam caminaba por el pasillo en camino a la cafetería donde compraría algún emparedado o quizás algún pastelillo para merendar. Miraba a sus compañeros de colegio y todos le resultaban personas tan insípidas , se sentía ajeno en un lugar extraño, se sentía extranjero en tierras lejanas. Miraba a los jóvenes correr, bromear y reir, hablar cosas sin sentido, alguno fumando a escondidas de los profesores y se alegraba ser parte de la minoría de jóvenes que no seguía esas modas dañinas y comunes de la era moderna.

Su hermano pasaba al lado de él con sus compañeros y pareciesen ser completos desconocidos pues este desviaba la mirada para no tener que ver a Adam quien no le tomaba importancia y proseguía su camino a paso firme. Subió el primer escalón hacia el segundo piso un paso después del otro hasta que por fin subió y se dirigió así hasta la cafetería donde compró una deliciosa torta de fresa que a él le encantaba más que los emparedados o panqueques que cada día preparaban los cocineros.

Tomó asiento en una de las mesas más desocupadas, a la mayoría le gustaba pasar la hora del receso en las áreas verdes.

En frente de él estaba un grupo de muchachos de primer grado, eran todos amigos, al lado suyo tomaba asiento Bram con quién hacía unos días comenzaba a conversar cada vez que había la oportunidad. Adam no tenía bien claro cuales eran las intenciones de aquel muchacho pues en todo el transcurso de ese ciclo escolar nunca había mostrado el más mínimo interés en hablar con Adam y tan solo dos semanas atrás eso había cambiado, le saludaba cuando llegaba a clases o cuando por casualidad se miraban en algún lugar, eran ya un par de días que habían pasado el receso juntos, conversando y bromeando.

Adam quien era un muchacho tímido poco a poco comenzaba a desenvolverse con Bram quien cada vez se mostraba más amistoso con él.

—Hola, Adam. ¿Cómo has estado?— Mencionaba este con una enorme sonrisa al tomar aquel asiento vacío.

—¡Excelente! Me he sentido bien últimamente—. Respondía Adam quien no se había percatado de que su nuevo amigo lo había seguido hasta aquel lugar.

—¿Estás seguro? Te he notado algo distante en clases—

Era obvio en la actitud de Adam que algo ocurría pues no era su comportamiento habitación.

Adam se sonrojó y no pudo evitar sonreír.

—Estoy bien, en serio. Me he tomado medicamento esta mañana y supongo que me siento un poco anestesiado—

—Creí que me habías dicho que te tomabas por las noches—

—¡Sí! Quizás por eso me siento así— Mencionó riendo.

Un joven se acercaba a la mesa hasta el grupo de chicos que estaba delante de ellos tomando el almuerzo y tocó a uno de ellos en el hombro para llamar su atención, este mismo giró la cabeza para averiguar de quién se trataba , aquel chico que estaba en pie bajó su mochila y buscó algo que tomó en su mano, Adam pudo ver qué se trataba de una bolsa pequeña, misma que era depositada con decoro en la mano de aquel otro muchacho.

Adam miró a su amigo y este a su vez lanzó una mirada a Adam, ambos habían visto aquello pero prefirieron fingir no haber visto nada y prosiguieron comiendo y platicando de vez en cuando.