Querida Eleanor,
Hubiera querido partir de otra manera, pero en el fondo siempre supe que el final sería así. Mi dolor es como un lago profundo y calmo, aunque a veces oscuro, lo reconozco. El tuyo, en cambio, siempre fue un fuego ardiente, y supongo que esta vez ese fuego me alcanzó y me consumió.
No negaré que hubiera preferido un abrazo, una última palabra amable… pero no siempre se obtiene lo que se desea, ni siquiera los Archimagos con todo su poder, ni las reinas con toda su autoridad.
Quizá no me escribas en mi nuevo destino. Conozco tu carácter: de ira veloz y de perdón demorado. Aun así, seguiré escribiéndote, aunque no me respondas. Porque eres una parte esencial de mi vida, y lo que siento por ti —silencioso, sí— permanece intacto.
Te juro que intenté darte lo mejor de mí mientras estuve a tu lado, sin reservas, sin arrepentimientos. Me marcho con esa única certeza.
Perdóname si no pude hacer más. Hay obstáculos que ni tú ni yo supimos —o pudimos— vencer. Me duele esta despedida más de lo que imaginas. Hubiera querido seguir mi camino con el calor de tu abrazo aún en la piel. Tal vez sea egoísta al dejarlo todo para dedicarme por fin a mí mismo… pero así como te ofrecí todo lo que era, también me prometí buscar un poco de felicidad. Se lo prometí a quien fue como un padre para mí. Y aunque empiece tarde, aún estoy a tiempo.
Deseo que tú también la encuentres, Eleanor. De verdad lo deseo, desde lo más hondo de mi corazón.
PD: En mi oficina del Consejo Real he dejado algunos proyectos inconclusos. Creo que podrían interesarte. Ojalá tu enojo no te impida ver su valor. Cuídate mucho, querida reina mía.
Fuiste mi luz durante muchos años. Espero que lo sepas.
Dyan Halvest