Capítulo 2 – Ecos en la sombra

La noche había caído con un manto silencioso, pero el aire no estaba quieto. Las sombras parecían arrastrarse con vida propia, como si el mundo entero respirara con una tensión contenida. Alen caminaba con pasos inseguros, sus manos temblorosas al rozar las paredes de piedra cubiertas de musgo. Las voces fragmentadas en su mente reverberaban con mayor fuerza, ecos que le susurraban secretos que no podía entender… pero que necesitaba escuchar.

Eleira lo seguía con la mirada atenta, su rostro iluminado apenas por la débil luz de una linterna. Ella no hablaba mucho, pero su presencia era un ancla, la única constante en un mar de incertidumbre.

—¿Por qué sigo sintiendo que alguien nos observa? —murmuró Alen, sin atreverse a mirar hacia atrás.

—Porque no estamos solos —respondió ella con calma—. En este mundo, las sombras no solo ocultan. También vigilan.

Alen respiró hondo, intentando contener el flujo de memorias que se colaban en su mente. Fragmentos de otras vidas, voces y rostros, momentos de dolor y traición. Su poder lo consumía y lo desafiaba.

—¿Cómo controlo esto? —preguntó, apretando los puños—. Esta hambre, esta voz que devora todo.

Eleira giró y señaló un símbolo grabado en la roca. Era el emblema del Clan Merasth, un caracol estilizado con tonos azul oscuro y plata.

—Cada clan tiene su guardián —dijo—. Bestias que representan su esencia y poder. Si aprendes a entenderlos, tal vez puedas controlar lo que llevas dentro.

Antes de que Alen pudiera responder, un movimiento rápido lo alertó. Entre la maleza apareció una criatura translúcida con ojos humanos y alas de insecto: un Morvil. Sus mandíbulas se abrieron mostrando un brillo letal.

Alen levantó la mano, cerró los ojos y sintió el poder crecer dentro de él. Al instante, un torbellino oscuro surgió, atrapando a la criatura que chilló en una mezcla de dolor y recuerdos.

La criatura se desvaneció en un suspiro y Alen se quedó con un sabor amargo en la boca: no solo había destruido, sino que había absorbido fragmentos de memorias ajenas.

Eleira lo observó, una sombra de preocupación cruzando su rostro.

—La primera vez siempre duele —dijo—. Pero también marca el comienzo.

Alen supo que esa noche no solo enfrentaba criaturas, sino también su propia oscuridad. La rebelión había comenzafo.