Capítulo 4 – El juicio de Velkhar

La noche era un manto negro que envolvía el bosque, pero no había tranquilidad. Los susurros de las hojas parecían formar palabras, advertencias susurradas por el viento. Alen y Eleira se adentraron en un claro, donde el suelo estaba marcado con símbolos antiguos, grabados con una precisión que parecía imposible.

—Este es el lugar —dijo Eleira en voz baja—. Aquí el Clan Nolhram convoca a Velkhar, su guardián serpiente. El juicio está por comenzar.

Alen sintió cómo su corazón latía con fuerza, la adrenalina mezclándose con el poder que crecía dentro de él, amenazando con romper sus límites.

De repente, una neblina comenzó a levantarse del suelo. En su centro, una figura se alzó: una serpiente gigantesca, sin ojos, pero que parecía ver a través de las almas. Su cuerpo ondulaba con elegancia inquietante, y sus escamas reflejaban la oscuridad de la noche como espejos rotos.

Velkhar habló, no con voz, sino con un susurro que penetró la mente de Alen:

—Devorador de poderes… ¿qué buscas en la arena de los clanes? ¿Redención, destrucción o el fin de este ciclo?

Alen se arrodilló, sintiendo la presión del juicio. La serpiente extendió su lengua bifurcada, y un frío glacial recorrió su espalda.

—Busco la verdad —respondió Alen con voz firme—. Y controlar este poder que me consume.

El aire vibró con tensión. Velkhar emitió un siseo, y en ese instante, sombras surgieron del suelo: guerreros espectrales del Clan Nolhram, sus armaduras cubiertas de runas que brillaban con luz espectral.

Eleira susurró al oído de Alen:

—El juicio no es solo una prueba de fuerza. Es un desafío a tu voluntad y tu alma. Si cedes, perderás más que la batalla.

Alen cerró los ojos y dejó que la llama oscura dentro de él se expandiera. Su poder empezó a devorar las sombras, absorbiendo las memorias de los guerreros espectrales, fortaleciéndolo y borrando su miedo.

Velkhar retrocedió, siseando en señal de respeto y miedo.

—Eres más que un simple devorador —dijo la serpiente—. Eres la rebelión encarnada.

La criatura se desvaneció en la niebla, dejando tras de sí un silencio profundo.

Eleira miró a Alen, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y preocupación.

—Este es solo el comienzo. Los clanes no te permitirán andar libre mucho tiempo.